"Soledad en compañia"


... cabría definir la soledad como la vivencia de que no importamos a aquellos que nos importan. La persona que le cuenta a otra su sentimiento de soledad no está incurriendo en una grosera contradicción (¿cómo va a estar solo alguien que tiene ante quien lamentarse de su soledad?), porque el supuesto de fondo es esa dimensión cualitativa, selectiva, de la soledad. Que incluso admitiría una vuelta de tuerca más: nos sentimos solos cuando no importamos de la manera que querríamos importar a aquellos que nos importan.
El adolescente perdidamente enamorado de su compañera de pupitre no obtiene el menor consuelo porque ésta le diga que siente un profundo afecto por él, o que lo considera su mejor amigo, y tiende a experimentar un sentimiento de abismal soledad por no ser correspondido.(...)
No es solamente que uno elija, pongamos por caso, a sus amigos, sino que la relación misma de amistad, como suele decirse, se cultiva, esto es, reclama atención, cuidado e incluso mimo. Algo parecido cabría afirmar de la relación amorosa. A quien encadena en una proporción desmesurada desengaños en este terreno las personas allegadas le suelen reprender por los desafortunados criterios de selección de sus parejas.
Pero la tesis de que existen ámbitos en los que depende en un alto grado del propio sujeto quién importa y quién no presenta una contrapartida inevitable, que demasiado a menudo se deja de lado: hay una cuota ineludible de soledad, consustancial al hecho mismo de vivir con otros.
La adolescente del ejemplo anterior, a la que podemos suponer atenta, dulce y cariñosa con su amigo enamorado, le inflige, bien a su pesar, una cuota de dolor. No hay modo de sortear esa realidad: de la misma manera que todos conocemos la experiencia de estar solos, así también con considerable frecuencia no nos importan de la manera que ellas quisieran personas para las que nosotros podemos ser extremadamente importantes.
No queda más opción que el aprendizaje de la soledad, que el esforzado trabajo interior de no identificar soledad con abandono, de aceptar que la compañía de los demás se dice de muchas maneras. A fin de cuentas, por cambiar de registro (y recuperar de paso un argumento del principio), nadie está más solo que el que escribe y nadie, al mismo tiempo, puede esperar mayor compañía que la que proporcionan los textos.

Manuel Cruz, La construcción social de la soledad, El País, 31/01/2010
http://www.elpais.com/articulo/opinion/construccion/social/soledad/elpepiopi/20100131elpepiopi_4/Tes?print=1

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

Què és el conatus de Spinoza?