Alternativa al panoptisme: aparició de noves formes de control.

Foucault muere en 1984. Cinco años más tarde cae el Muro de Berlín y sólo un año después Bush padre, esta vez con una aquiescencia generalizada, invade Iraq y proclama el Nuevo Orden Mundial. Da la impresión de que, de pronto, todo lo anterior ha quedado atrás, muy atrás. Gilles Deleuze parece salir al quite de esta impresión cuando, en 1990, en conversación con Toni Negri, afirma: "Es verdad que estamos entrando en sociedades de control que ya no son exactamente disciplinarias. Se considera a menudo a Foucault como el pensador de las sociedades disciplinarias y de su técnica principal, el encierro (no únicamente el hospital o la cárcel, sino también la escuela, la fábrica o el cuartel). Pero, de hecho, Foucault fue uno de los primeros en detectar que estamos saliendo de las sociedades disciplinarias, que ya estamos más allá de ellas. Estamos entrando en sociedades de control, que ya no funcionan mediante el encierro sino mediante un control continuo y una comunicación instantánea. Burroughs fue el primero en analizarlas. Ciertamente, seguimos hablando de cárceles, escuelas y hospitales, pero se trata de instituciones en crisis. Y si están en crisis, las luchas relativas a ellas son ya luchas de retaguardia. Lo que se está instaurando tentativamente es un nuevo tipo de sanción, de educación, de vigilancia." (...)
¿Cabe concluir de lo anterior que la nuestra es ya, plenamente, una sociedad de control, lista para evacuar todos sus arcaísmos disciplinarios? Han transcurrido quince años desde la corrección de Deleuze a la recepción del trabajo de Foucault, pero el alcance anticipador de sus palabras sigue estando en el aire. Por un lado, la liquidación del cuartel, con la desaparición del servicio militar obligatorio es un hecho. Como es un hecho la liquidación de la escuela (liquidación ejemplar en este país nuestro, capitaneada por un conseller formado como técnico penitenciario). En estos momentos nos preparamos para la liquidación de la enseñanza universitaria, a toda prisa. En toda Europa los estados dimiten de su compromiso ciudadano con la instrucción pública, y, en su lugar, anuncian un nuevo compromiso, esta vez con el capital: la formación de mano de obra cualificada a la medida de las exigencias del mercado, tan flexible como el mercado mismo. La cultura es puesta ahora "al servicio de los fines de las multinacionales". Hasta aquí el diagnóstico de Deleuze se cumple al pie de la letra, incluso en sus extremos más policialmente siniestros: las nuevas figuras del saber que están ocupando el lugar del sabio o del intelectual son ahora el gestor, el experto, el agente evaluador...

Miguel Morey, Sociedades de Control, La Vanguardia, 30/11/2005

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