La desaparició del creador.


En el libro del que les hablaba (You are not a Gadget), el autor, Jaron Lanier, analiza uno por uno los peligros de la cultura internáutica. La define como una cultura de "reacción sin acción": se critica mucho, irreflexivamente, y se crea poco. Recuerda este pionero de Silycon Valley cómo en un principio los teóricos internautas celebraban la desaparición de las voces individuales; la voz individual es suprimible, auguraban, incluso la de un experto, porque la masa siempre estará más cerca de la verdad. Imaginaban un mundo en el que, gracias al continuo escaneo de textos, no existiera un libro, sino el Gran Libro que contuviera todos los libros posibles; una Gran Cultura Digital en la que se ensombrecería al autor de manera que el usuario no estuviera interesado en saber de dónde viene un fragmento literario, quién rodó un vídeo o cuál era el contexto en el que fueron creadas las obras artísticas o académicas. ¡Ningún libro será una isla!, decían. Aquellos pioneros estaban generando, algunos sin saberlo, el mayor ataque a la propiedad intelectual desde que dejó de entenderse que los artistas eran meros empleados de los poderosos. Jason Lanier advierte que la opinión de la masa ha de ser utilizada selectivamente, que hay que volver a dar voz a los expertos, que hay que tratar de generar un "nuevo humanismo digital". "Vivimos", dice, "en un estado de somnolencia del que sólo lograremos escapar cuando acabemos con este gregarismo". Cierto. Es la presión de una masa organizada que a muchos no nos representa, pero que puede empujar a un Gobierno, preocupado a diario por su popularidad, a modificar sus principios para aplacar el griterío de los más agresivos y dejar con el culo al aire a los débiles.
Elvira Lindo, Violencia digital, Domingo. El País, 24/01/2009

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