"La senda del bien".
Si revisa su vida particular, cada cual sabrá a qué intento referirme. Si verificamos en la vida colectiva, no será difícil relatar la historia de tantos reformadores religiosos y políticos que, desde que el mundo es mundo, han intentado "guiar" a la humanidad por "la senda del bien". Descontando los casos de perversidad evidente, los casos de vesanía (tal un Calígula, un Hitler, un Stalin o alguno más), a la mesiánica necesidad de salvación debemos los sacrificios de vidas humanas en las religiones antiguas, las Cruzadas, Torquemada y las hogueras de la inquisición, la noche de San Bartolomé, el Terror y Saint-Just Robespierre, la construcción de la guillotina, el garrote vil, las disciplinas, los campos de trabajo forzado, el terrorismo, el racismo, las discriminaciones sexuales, los nacionalismos a ultranza ...
Por desgracia, sé ejemplos que sobran. Ferrater Mora, en su libro Las crisis humanas, ha recordado la frase de Dostoievski: "El hombre no sólo quiere salvarse a sí mismo por la fey la adoración, sino que quiere salvarse con otros"; y agrega Ferrater: "Para conseguirlo, no vacila en los medios; puede, así, desembocar en la caridad y abnegación del misionero, o en el fanatismo y el terrorismo del inquisidor". Asimismo en un temprano y premonitorio ensayo de 1919, Crisis del espíritu (ensayo un tanto olvidado hoy y que debería enseñarse en escuelas elementales), Paul Valery, dejó dicho: "... las grandes virtudes de los pueblos alemanes han engendrado más males que cuantos vicios haya podido crear la ociosidad. Hemos visto, con nuestros ojos, el trabajo escrupuloso, la instrucción más sólida, la disciplina y la aplicación más serias, adaptadas a espantosos designios. Tantos horrores no hubiesen sido posibles sin tantas virtudes."
Abilio Estévez, El mal del bien, El País, 27/09/1998
http://www.elpais.com/articulo/opinion/CALVINO/_ITALO/mal/bien/elpepiopi/19980927elpepiopi_2/Tes/
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