"El cervell no em fa mal" (Frigyes Karinthy).








Si la bóveda craneal es el gran palacio de la intimidad, la trepanación es el acto de profanación por excelencia. Los primeros cráneos trepanados descubiertos datan de hace aproximadamente 7.000 años. Dicen los expertos que no es fácil saber el motivo, pero parece ser que las perforaciones craneales podrían haber tenido lugar como parte de algún tipo de ritual. La trepanación convierte el cráneo en una cámara obscura donde se proyectan, como en un planetario del alma, las constelaciones de la intimidad profanada.

Aprovechando la ceguera táctil del cerebro, mucha de su cirugía se realiza hoy a cráneo abierto. En muchos casos, esto disminuye el riesgo y además permite al cirujano interactuar con el paciente mientras le opera. Sin embargo, hay algo perverso, insoportable, en la idea de abrir un cráneo y más aún con su dueño despierto. En 1939, el periodista y escritor húngaro Frigyes Karinthy publicó Viaje alrededor de mi cráneo. El libro es una suerte de reportaje donde el autor cuenta en primera persona el descubrimiento y posterior cirugía a cráneo abierto de un tumor cerebral con el que fue diagnosticado. Karinthy era un escritor prolífico, meticuloso y campechano a la vez, sarcástico y egocéntrico, y muy popular en su país. En la primera parte del libro, habla de sus síntomas con naturalidad, desparpajo y hasta humor, sin demostrar un ápice de temor por la posible gravedad de lo que le ocurre. En la segunda, quizá la más interesante, narra la operación. Tendido boca abajo en una mesa de quirófano, despierto y con el cráneo abierto y el cerebro al aire, intenta concebir qué está ocurriendo ahí fuera, qué está haciendo el prestigioso y distante doctor Olivecrona en la carne profanada de su mente. ¿Cómo es posible que estando despierto y pensando, no sienta nada cuando alguien hurga precisamente en la fábrica de todas sus sensaciones? “No, mi cerebro no me duele. Ojalá doliera. Esto es mucho más terrible que si doliera. Porque si doliera significaría que estoy vivo. Es imposible que así pueda continuar viviendo y pensando, imposible e ilícito”. Karinthy siente a la vez el temor de haber muerto y una tremenda vergüenza por la exhibición de su cerebro, de todos los laberintos de su mente, por la apertura impúdica de la caja de los truenos y miserias de su yo más íntimo.

Emilio López-Galiacho, Cráneo(s). El último refugio, fronterad.com 04/05/2023

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