En què consisteix la disciplina positiva?
Los premios y castigos son condicionamientos: una forma de adiestramiento que se queda en la superficie. Con esa forma de educar no estamos enseñando una habilidad, sino a evitar o repetir una conducta para conseguir algo. El castigo es el origen del bullying, porque los niños aprenden también lo que es la venganza y a infligir dolor a otros. Y los premios y alabanzas son aún más peligrosos porque crean “cerebros adictos” a esa recompensa, una forma fugaz de alegría, que después serán los “likes”, el reconocimiento social, los piropos. Hay que enseñarles a buscar la felicidad con metas a medio y largo plazo, que se sientan orgullosos de sí mismos.
Podrías enfadarte, chantajear al niño, castigarle, o bien podrías pactar con ellos, desde pequeños, para que cuando crezcan confíen en sí mismos y en nosotros como padres. Por ejemplo, el gran debate de la hora a la que llegan a casa los adolescentes. Podemos plantear: “Confío en ti y tus amigos, sé que no vais a hacer daño a nadie ni a vosotros mismos, pero en las calles pasan estas cosas. ¿Qué hora te parece razonable?”. Dirá a la hora que llegan todos, claro. Pero se puede ofrecer varias opciones y se va probando. “¿A las ocho, las nueve de la noche es razonable? Como tú vas a ser responsable y vas a llegar a esa hora en punto, el día que haya una fiesta especial voy a confiar en ti y te dejaré llegar más tarde. Y si tú o algún amigo tuyo se mete en problemas sé que me vas a llamar”. ¿Por qué? Porque hay una confianza mutua y nuestro hijo sabe que no vamos a juzgar, reñir o castigar, sino a ayudar. Cuando a un niño le das confianza desde pequeño es innecesario imponer castigos.
Partiendo de la base de que un mal comportamiento es solo una mala decisión: la expresión de una necesidad, de encontrar su lugar. Esto es un lenguaje nuevo, el de los niños, que tenemos que descifrar y reflexionar sobre qué ha motivado esa conducta, no solo la conducta en sí. Ni ellos son malos hijos, ni nosotros, malos padres. En realidad, los niños son maestros de la empatía: lo que ellos sienten te lo harán sentir a ti porque no saben aún expresarlo con palabras. ¿Qué has sentido cuando ha dado un portazo? ¿Tristeza, ira, frustración, cansancio? Pues eso es lo que él siente y a partir de ahí cambia la perspectiva de nuestra relación con ellos. Los seres humanos nos comunicamos por contagio de emociones. El niño se va a contagiar de nuestras emociones: no atiende lo que le dices, sino a lo que les hacemos sentir y así nos harán sentir ellos.
Para crecer sanos emocionalmente, los niños deben sentirse seguros y capaces. Si estás escalando una montaña y el sherpa que te acompaña va llorando de miedo no vas a querer subir la montaña. Por eso necesitan que los adultos les transmitamos seguridad. Sí, la vida tiene momentos duros y difíciles, pero también momentos buenos e inspiradores, y vamos a aprender de todo esto.
Beatriz Portinari, entrevista a María Soto: "Educar sin premios ni castigos es posible: solo tenemos que aprender el lenguaje de los niños", El País 05/1172020
https://elpais.com/mamas-papas/2020-11-05/maria-soto-educar-sin-premios-ni-castigos-es-posible-solo-tenemos-que-aprender-el-lenguaje-de-los-ninos.html?ssm=FB_CC&fbclid=IwAR1tkfFkuHog6I6vNerSXEKkBWFKCIbnn8fOf0AKp8oCq2TvzJwcunQpJiI
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