Wittgenstein: jocs del llenguatge
Desarrolla la noción de “juego de lenguaje”. La idea fundamental es que en la raíz de todo conocimiento se encuentran los conflictos entre los vocabularios de las diferentes ciencias. Cuando estudiamos la materia mediante la física subatómica, debemos familiarizarnos con un vocabulario que habla de protones, electrones, ondas de probabilidad y números cuánticos. Estas “palabras-probeta”, nacidas en un particular tubo de ensayo, nos ayudan a crear un universo de significado y hablar científicamente de la materia será hablar en estos términos. Si en lugar de la materia nos ocupamos de la vida, entonces hablaremos de células, proteínas y genes, palabras todas ellas que crean su propio universo de significado. Y lo mismo ocurriré si estudiamos la mente (neurosis, paranoias, obsesiones). Y ocurre que, cuando nos disponemos a elaborar un discurso sobre la materia, la mente y la vida, los vocabularios de los que disponemos resultan incompatibles entre sí. Pertenecen a diferentes juegos de lenguaje. Podemos hablar de las proteínas de la célula, pero si hablamos de la esquizofrenia de la célula o la melancolía del electrón, nos situamos fuera del discurso científico.
Las “palabras-probeta” que nacen en los laboratorios sirven para explicar pero son en sí mismas inexplicables. Toda ciencia necesita de palabras-probeta y no es posible separar la noción de rigor de la noción de consenso. El ejemplo más claro es el de la longitud del metro patrón de París. ¿Qué patrón podría medirlo? ¿Cómo detener la regresión infinita? Es precisamente el no plantearse lo problemático de la longitud del metro patrón de Paris lo que nos permite jugar (muy seriamente) al juego de la dimensiones. Las palabras probeta tienen una naturaleza fundacional, no relacional. Apuntan a un fin, la explicación, pero son ellas mismas inexplicables. Sin ellas no podríamos jugar al juego de lenguaje.
Juan Arnau Navarro, Wittgenstein, la palabra y el abismo, El País 06/11/2020
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