L'obra de Giordano Bruno.
Cerrad los ojos y pensad en el Universo. Lo veréis sin fin, con innumerables soles y mundos, posiblemente habitados. Esta visión cosmológica la imaginó por primera vez Giordano Bruno, pensador del infinito y geómetra del espacio cósmico. Su concepción de infinitos mundos, cada uno con su geometría, anticipaba la posibilidad de geometrías no Euclidianas. Su pensamiento revolucionario topó con la mentalidad dogmática de su época y murió quemado vivo en la hoguera, condenado por la Inquisición.
Con su obra, Giordano Bruno hace saltar por los aires las murallas del pensamiento medieval, y da inicio a la filosofía moderna como dice James Joyce. El Nolano retomó el pensamiento filosófico más antiguo, el atomismo de Demócrito, la dialéctica de Platón, el devenir de Heráclito y el ser de Parménides, llegó hasta la sabiduría mágica egipcia, y de allí se proyectó hacia el futuro. Fue embajador del pensamiento de Copérnico, precursor del materialismo de Spinoza y de la crítica al cristianismo de Nietzsche. Alguna consideración sobre el valor social del trabajo parece anticipar también al joven Marx.
Bruno desarrolló una concepción cinética de los entes geométricos, qué luego Newton retomó. Mostró que un punto en movimiento describe una línea, que una línea genera una superficie, y esta un volumen. Interesado en las relaciones entre los conceptos de finito e infinito, Bruno consideró un procedimiento general de límite basado en la construcción de sucesiones de figuras geométricas semejantes, el gnomon, ilustrado en la parte iconográfica de su obra.
El pensamiento del Nolano abarcó desde la cosmología a la geometría, desde la mnemotécnica a la magia y desde la metafísica a la moral. En uno de sus diálogos morales, Los heroicos furores, el mito de Acteón juega un papel central. Según este relato, el cazador Acteón sorprendió a Diana desnuda en el baño rodeada de sus ninfas, y la diosa de la naturaleza, ofendida, lo transformó en ciervo, haciendo que sus propios perros lo devorasen. Para Bruno, el mito es una alegoría de la búsqueda de la sabiduría. El cazador busca la verdad en el mundo, y al distinguir la divina desnudez de Diana, se descubre como parte consciente de la infinita naturaleza. Encuentra dentro de sí la verdad que buscaba fuera. Se ve transformado de cazador a presa. Desgarrado por sus pensamientos heroicos y anhelantes, renace a una vida extraordinaria de saber y conocimiento.
Consciente de desempeñar una misión histórica de mensajero de la verdad, Giordano Bruno quiso regresar a Italia, confiando en la liberalidad de la República de Venecia. Fue traicionado y encarcelado por la Inquisición. Llevado a Roma, fue condenado y el 17 de febrero de 1600 quemado vivo en el Campo de' Fiori, con la lengua atada para que no pudiera hablar al público mientras era conducido a la hoguera.
Franco Ventriglia, Giordano Bruno, cazador apasionado de la verdad, El País 01/05/2018
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