La llei mata-gais.
La homosexualidad es un delito en 80 países del mundo. En algunos, como
en Irán, Yemen o Arabia Saudí, donde se aplica la sharia, ese delito se
paga con la muerte. Uganda, uno de los países más profundamente
cristianos de África, también ha decidido modificar su código penal para
condenar a muerte a los homosexuales. El proyecto de ley, actualmente
en discusión en el Parlamento de Kampala, contempla la ejecución para la
llamada homosexualidad agravada o reincidente, y la cadena perpetua
para todo aquel sorprendido teniendo relaciones sexuales con alguien del
mismo sexo. “La ley afecta a todo el mundo, no solo a los
homosexuales”, cuenta Jay, “porque si conoces o sospechas que alguien es
gay, estás obligado a denunciarlo bajo pena de tres años de cárcel. A
nosotros nos meten la perpetua o la condena a muerte. Nos matan. Pero si
tienes un hijo, una hija o un tío que sean gais, o los denuncias o vas a
prisión”.
El autor de la conocida ya como ley mata-gais es David Bahati, un
joven diputado del Movimiento de Resistencia Nacional, el partido del
presidente Yoweri Museveni. Algunas malas lenguas dicen que ha sido
elegido por otros parlamentarios más veteranos y más resabiados para ser
el que defienda una ley tan polémica, porque el riesgo de quemarse en
el intento es alto. Pero Bahati, voz contenida, discurso afable en las
formas, incluso frío, se cree elegido para una misión muy especial: “La
homosexualidad es ilegal. Es inaceptable en nuestro país. Queremos
frenar su expansión. El contagio de nuestros niños. Sus fuentes de
financiación. Queremos asegurarnos de que no se producen matrimonios
entre homosexuales”. Bahati cree que la homosexualidad es un hábito. Un
hábito que se aprende y que, por tanto, se puede desaprender. Sigue
defendiendo la pena de muerte, aunque la fuerte presión internacional,
sobre todo de los países que más ayuda a la cooperación y el desarrollo
entregan a Uganda, está haciendo al Congreso repensar la ley. Bahati
admite que igual no consigue que se apruebe la pena de muerte, pero que
la cadena perpetua puede ser una buena alternativa. “Ustedes en España
también tienen gente que rechaza la homosexualidad y sus matrimonios.
Pues yo pertenezco a ellos”, dice sonriendo. Cuando le hago notar que en
España, pese a las diferentes opciones sobre el matrimonio gay, nadie
plantea su ejecución o encarcelamiento de por vida, responde que cada
sociedad tiene sus propias leyes y puntos de vista: “Ahora estamos
investigando a todas esas ONG que están promoviendo la homosexualidad.
Se esconden en actividades de lucha contra el sida, o la pobreza, o la
promoción de los derechos humanos, pero resulta que aquí, en Uganda, no
consideramos la homosexualidad como un derecho fundamental”.
Le pido pruebas, y no tiene; le pido números, y habla de rumores.
Bahati dice que el 95% de la población rechaza la homosexualidad, pero
no tiene la encuesta.
¿Qué le ha pasado a este país, uno de los más mimados por la
comunidad internacional? ¿Qué ha ocurrido en este paraíso de turistas,
la llamada perla de África, donde nace el Nilo blanco, para que sus
diputados crean que, por encima de acabar con la pobreza, el sida o la
malaria, sea prioritario poder ejecutar al que se declare homosexual?
Uganda es un país cristiano. El 90% de su población es, a partes
iguales, católica y anglicana. La religión está muy presente en la vida
diaria y los programas de telepredicadores tienen un enorme seguimiento.
Activistas de derechos humanos y observadores internacionales coinciden
en que la llegada masiva de dinero y misioneros desde Estados Unidos ha
modificado los principios de convivencia. Uganda se ha convertido en la
nueva tierra de promisión para algunas iglesias evangelistas
norteamericanas. Todo avión que aterriza en el aeropuerto de Entebbe
trae entre sus pasajeros una cantidad considerable de los llamados
cristianos renacidos, jóvenes de Ohio, Indiana o Wisconsin que vienen a
esta tierra prometida en misión divina. Telepredicadores norteamericanos
como Lou Engle, fundador del movimiento La Llamada, o Scott Lively, que
escribió un libro titulado, atención, La esvástica rosa, se han
acercado por Uganda y han encontrado en su odio al homosexual la manera
de diferenciarse de otros credos. Ellos han convencido a los pastores
locales de que los gais tienen una agenda oculta para reclutar niños
ugandeses en las escuelas y que la homosexualidad es un hábito que se
puede curar. El resultado es que muchos predicadores traducen esas ideas
directamente desde el Viejo Testamento en términos de odio, aversión y
xenofobia.
“Yo amo a los homosexuales. Yo salgo a la calle a buscarlos y a
decirles: ¡Eh, estás poniendo en peligro tu vida! Yo les aconsejo. ¡Y tú
me llamas a mí reverendo del odio!”. A Solomon Male se le inyectan los
ojos en furia y una vena de ira cruza su frente de izquierda a derecha.
Mira con una mezcla de rabia e indignación que realmente no parece
impostada. Está convencido de lo que dice. Male es un pastor evangélico
que lidera la llamada Coalición Nacional contra la Homosexualidad en
Uganda. “La homosexualidad es una adicción. Es un hábito que se aprende.
Y cuando alguien cae, se convierte en un adicto”, insiste. Male ha
curado a muchos homosexuales, o eso dice. ¿Cómo? Consejos, oración y
fuerza de voluntad, según el pastor. Su discurso es agresivo y directo.
En su Facebook se compara con Martin Luther King y asegura que no es
como otros pastores, que él no regala indulgencias por dinero, lo que
llama “góspel de la extorsión”. Eso sí, cobra por curar la
homosexualidad. Tampoco es capaz de decir a cuántos ha curado. Muchos,
es su respuesta. Cuando le digo que sus invocaciones dominicales contra
los gais, que sus discursos llenos de rencor son invitaciones a que la
gente actúe por su cuenta, vuelve a enfadarse:
Jon Sistiaga, Caza al homosexual, El País semanal, 07/0/2013
http://elpais.com/elpais/2013/04/05/eps/1365159722_377439.html
http://elpais.com/elpais/2013/04/05/eps/1365159722_377439.html
Comentaris