L'explotació sense domini, clau de la societat actual.

Sometido al imperativo del rendimiento como nuevo mandato de la sociedad postmoderna, (el individuo que sólo se obedece a sí mismo) pasa a ser el explotador voluntario de sí, correspondiéndole el dudoso mérito de haber hecho posible la explotación sin dominio. La violencia en esta nueva situación ya no procede, pues, de lo diferente sino de lo idéntico, que, en su saturación, termina margando a los propios sujetos. En esta sociedad de la obligación, cada cual lleva consigo a cuestas su propio campo de trabajos forzados. La intuición del verso de Santayana ("me gustaría poder olvidar que yo soy yo"), divulgada por un orientalismo de mercadillo y una autoayuda new age, estaba señalando, en su poético balbuceo, la dirección del proceso. En efecto, cegada la vía de atribuirle a algún elemento o sujeto exterior la responsabilidad de lo que ocurre (ya que este autoexplotador lo es, aparentemente, en el ejercicio de su inalienable libertad) al depresivo/fracasado no le queda otra opción que arrojar la toalla y quedarse en la cuneta, lamiéndose con el bálsamo de sus propias lágrimas las heridas de su fracaso.

El éxito de la depresión habría comenzado en el instante en el que el modelo disciplinario de gestión de la conducta y la educación culpabilizante, que, de forma autoritaria y prohibitiva, otorgaron sus respectivos papeles tanto a las clases sociales como a los dos sexos, pasaron a ser vistos como la base de las patologías. Una vez asimilada la noción de prohibición a la de represión social, una promesa se abrió paso sin problemas: bastaba con alejarse de las constricciones sociales para obtener el bienestar interior. Se habían creado las condiciones para que emergiera la nueva norma que induce al individuo a la iniciativa personal, esto es, que lo obliga a devenir él mismo. O si se prefiere enunciarlo a la inversa: ahora es precisamente la pasión de ser uno mismo la que alienta las nuevas normas. El deprimido es, en este nuevo marco, el que no está a la altura, el que se declara cansado del esfuerzo de devenir él mismo. He aquí el signo en el que ha evolucionado la depresión: el sujeto enfermo de sus conflictos ha dejado el lugar a un individuo paralizado por su insuficiencia.

Manuel Cruz, ¿De verdad nos hemos quedado sin futuro?, Claves de razón práctica, nº 227, Marzo-Abril 2013

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