Temps intempestius.
Los tiempos de ahora son intempestivos pero no menos que el de los estruendos
rapaces del aufklärung. Son tiempos crudos pero en parte más
interesantes que los dulces escarchados del impresionismo francés. Son hoy,
tiempos de pesadilla, pero incomparablemente menos cursis que todo el sueño
surrealista, desde Magritte o Dalí.
En suma, esta época tiene a su favor no estar incluida en ninguna otra. Es decir, algo debía de tener para que pudiera ser. Y es, en especial, su condición de tiempo nuevo, tan duro y cruel como virtualmente libérrimo. Tan propicio al austericidio y al suicidio individual como propenso a la inauguración de un momento en el que todavía la sociedad no ensayó vivir.
¿Teorías? Todas las teorías se han hundido como también todas las modas han
pasado de moda, han pasado de ser ridículos mandatos a ser motivos de
desobediencia civil.
Cada cual ha recobrado así una extraña porción de libertad. Sea como artista,
como ciudadano, como consumidor o como activista se halla en mejores condiciones
para desarrollar su manera de estar.
Y la Red es el ejemplo máximo de cómo el manifiesto de una vanguardia se haya
carcomido ahora por la manifestación de heterogéneos puntos de vida y vista. ¿La
colectividad? Lo que importa no es hoy la colectividad sino la comunidad. La
reunión de lo diverso, la coexistencia de lo distinto, el ejercicio de lo mejor
sin haberse alistado o poseer el carnet de socio o de partido. Los artistas,
como los dirigentes, deben ser juzgados en cuanto a su mérito y no por su
adhesión.
Los líderes políticos, si siguen existiendo mañana, deben ser elegidos,
juzgados y demolidos por los ciudadanos; no por hallarse afiliados a una
formación.
Sin teorías, pensábamos, no se puede pensar, pero lo cierto es que el
pensamiento fue siempre anterior a la teoría, que no vino a ser otra cosa sino
una “racionalización” del pensamiento presente y anterior.
Sé es esto o aquello. Nos salvaremos o nos hundiremos no por un teorema a
fuerte sino por la flexible inteligencia aplicada a la complejidad de la
situación. "A largo plazo", decía Keynes, "todos muertos". Pero hoy, a medio
plazo, terminaremos beneficiados, sin duda, por la ausencia de un
diktat que nos encierre, como antaño, en un herrumbroso campo de
concentración.
Vicente Verdú, Sin teoría, sin ropa interior, El País, 20/10/2012
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