La crisi actual no és només financera.
¿Podría ser que dejando de hablar de la crisis se acabara la crisis? No es nada
seguro pero, día a día, se observa que el tratamiento que se aplica para superar
esta enorme adversidad se inspira exclusivamente en los actuales conocimientos
económicos -reyes de la cultura- y no se atiende sino a sus argumentos
sobrevolando a los demás.
No hay, sin embargo, posibilidad de abordar un problema importante del siglo
XXI, sea el que sea, desde un único y dominante punto de vista. La realidad
mundial ha multiplicado su complejidad y posee un rostro facetado que se divide,
a la vez, en otras faces e interfaces.
Prácticamente todos los éxitos científicos o innovaciones culturales de los
últimos años no han sido obra de una especialidad sino de la conjunción de
criterios y perspectivas distintas presentes en red. El paquete de factores
heterogéneos que se encuentra en el origen y desarrollo de esta aciaga coyuntura
requiere expertos de distinta especialidad, diferentes culturas y diversos
puntos de vista.
Porque si la crisis es financiera... ¿Cómo desdeñar que es también social y
cultural? ¿Cómo continuar atendiendo los desajustes económicos por encima de
todo sin atender las simultáneas destrucciones sociales y culturales de
alrededor? ¿Cómo no ya igualar sino anteponer la inquietud sobre el mísero
estado en que va progresivamente cayendo gran parte de la ciudadanía y deducir
desde ese punto el pertinente camino a seguir? ¿Qué avala desvivirse primero por
el desequilibrio financiero y hacerlo a costa de todo lo demás?
Si se tratara de un asunto menor acaso no tendría tanta importancia el
desatino ni la injusticia sería tan radical, pero cinco años de crisis y con
tendencia a empeorar requiere el concurso de otra sensibilidad y otros expertos
que sazonen el equipo dedicado a solventar la situación.
La pésima situación de la gente es más grave que el balance de un banco. La
cultura o la sanidad son más importantes que la conflictividad entre el Banco
Central Europeo y los criterios de los ministros de Finanzas alemán, finés y
holandés.
Como la crisis no es solo una crisis económica que pueda operarse en un
quirófano esterilizado, la muerte del paciente se halla de antemano garantizada.
O, en definitiva, el régimen de austeridad que se impone a los países como un
purgante de cicuta y los recortes sobre recortes son dos maneras de llegar al
éxito a través de la anemia o la mutilación.
Si la ecuación se invierte y lo económico dejara de ocupar el primer y
excluyente lugar es probable que las autoridades estuvieran actuando no solo con
mayor eficiencia sino con el debido sentido de la humanidad. Porque algo hace
creer que cuando la humanidad y lo humanitario fueran por delante de los
balances del capital, se habría adoptado un desfile acorde con la naturaleza
fundamental del problema.
Entretanto, la situación empeora y en casi cualquier aspecto o lugar. Prueba,
en suma, de que la cura se está aplicando con un protocolo equivocado y con ello
el paciente va muriendo al compás de la asfixia que le causa un equipo de
poderosos tecnócratas tan rudos como estranguladores.
¿Los políticos? ¿La acción humana y cultural de la política? ¿Han oído
ustedes hablar?
Vicente Verdú, La cultura inhumana de la crisis, El Boomeran(g), 17/10/2012
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