El dualismo crítico se
limita a afirmar que las normas y leyes normativas pueden ser hechas y
alteradas por el hombre, o más específicamente, por una decisión o convención
de observarlas o modificarlas, y que es el hombre, por lo tanto, el responsable
moral de las mismas; no quizá de las normas cuya vigencia en la sociedad
descubre cuando comienza a reflexionar por primera vez sobre las mismas, sino
de las normas que se siente dispuesto a tolerar después de haber descubierto
que se halla en condiciones de hacer algo para modificarlas. Decimos que las
normas son hechas por el hombre, en el sentido de que no debemos culpar por
ellas a nadie, ni a la naturaleza ni a Dios, sino a nosotros mismos. Nuestra
tarea consiste en mejorarlas al máximo posible, si descubrimos que son
defectuosas. Esta última observación no significa que al definir las normas
como convencionales queramos expresar que son arbitrarias o que un sistema de
leyes normativas puede reemplazar a cualquier otro con iguales resultados,
sino, más bien, que es posible comparar las leyes normativas existentes o
(instituciones sociales) con algunas normas modelos que, según hemos decidido,
son dignas de llevarse a la práctica. Pero aun estos modelos nos pertenecen, en
el sentido de que nuestra decisión en su favor no es de nadie sino nuestra y de
que somos nosotros los únicos sobre quienes debe pesar la responsabilidad por
su adopción. La naturaleza no nos suministra ningún modelo, sino que se compone
de una suma de hechos y uniformidades carentes de cualidades morales o
inmorales. Somos nosotros quienes imponemos nuestros patrones a la naturaleza y
quienes introducimos, de este modo, la moral en el mundo natural, no obstante el
hecho de que formamos parte del mundo. Si bien somos producto de la naturaleza,
junto con la vida la naturaleza nos ha dado la facultad de alterar el mundo, de
prever y planear el futuro y de tomar decisiones de largo alcance, de las
cuales somos moralmente responsables. Sin embargo, la responsabilidad, las
decisiones, son cosas que entran en el mundo de la naturaleza sólo con el
advenimiento del hombre.
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna, págs. 70-71
Comentaris