Crusoe i la perplexitat.


Crusoe sostiene, como hemos visto, que la rápida maestría que va adquiriendo en la forja de útiles necesarios para sus proyectos y en la utilización de los mismos no son más que resultado de su intuitiva obediencia a las determinaciones de las matemáticas. No se sorprendería de topar de nuevo con las matemáticas en el momento en que ha superado esta primera etapa. Instalado en un confort más que relativo, pues gracias a su ingenio vislumbra un horizonte seguro en lo referente a la subsistencia, y no habiendo previsibles amenazas de humanos o de bestias, Crusoe puede ya pensar que su muerte vendría más bien dada en razón de su propia naturaleza animal que de causas externas, es decir: Crusoe está en condiciones de pensar realmente su muerte, hacer de la muerte reflexión, aprehender su significado. Mas Crusoe puede asimismo meditar sobre otras cosas.

Tras acordarse del Dios de los afligidos en uno de sus momentos de debilidad en razón de fiebre, al atardecer, sintiéndose recuperado se prepara una cena, tras la cual da un pequeño paseo sentándose finalmente frente al mar. Como en tantas ocasiones en la historia de los hombres, está mirada distendida sobre la naturaleza es el origen de una preocupación sobre la misma en la que se desgranan prácticamente las preguntas que Aristóteles situaba en el origen de la filosofía. Lo que deseo enfatizar es que en este retorno, en Crusoe, del estupor que lleva a la interrogación sobre la naturaleza es variable indiferente que el protagonista sea el único representante de la humanidad. 

En un paseo al atardecer junto al mar de su Inglaterra natal, Crusoe hubiera con igual probabilidad sido conducido a la interrogación sobre la ordenación de los astros, sobre el ser de las cosas y sobre la hipótesis de una causa eficiente la cual, de darse y ser consciente, sería responsable de la situación venturosa o desgraciada del protagonista ("why has God done this to me? What have I done to be this used?"), pero sería asimismo responsable de la prodigiosa sumisión del todo a esa regulación matemática que tanto admira a nuestro héroe.

La aventura de Crusoe prosigue, recorrerá la isla por entero, llevará a término su proyecto de cultivador, construirá una canoa y descubrirá en la playa la huella de otro hombre... Pero me detendré en este crepúsculo en el que un temeroso Crusoe, tras su cena, contemplando el mar y esbozando una interrogación sobre el ser del hombre y el ser de las cosas, encarna en su solitaria persona el reto de la entera humanidad.

Víctor Gómez Pin, El hablar de Crusoe VI, El Boomeran(g), 04/10/2012

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