Crusoe i la perplexitat.
Tras acordarse del Dios de los afligidos en uno de sus momentos de
debilidad en razón de fiebre, al atardecer, sintiéndose recuperado se prepara
una cena, tras la cual da un pequeño paseo sentándose finalmente frente al mar.
Como en tantas ocasiones en la historia de los hombres, está mirada distendida
sobre la naturaleza es el origen de una preocupación sobre la misma en la que se
desgranan prácticamente las preguntas que Aristóteles situaba en el origen de la
filosofía. Lo que deseo enfatizar es que en este retorno, en Crusoe, del estupor
que lleva a la interrogación sobre la naturaleza es variable indiferente que el
protagonista sea el único representante de la humanidad.
En un paseo al
atardecer junto al mar de su Inglaterra natal, Crusoe hubiera con igual
probabilidad sido conducido a la interrogación sobre la ordenación de los
astros, sobre el ser de las cosas y sobre la hipótesis de una causa eficiente la
cual, de darse y ser consciente, sería responsable de la situación venturosa o
desgraciada del protagonista ("why has God done this to me? What have I done to
be this used?"), pero sería asimismo responsable de la prodigiosa sumisión del
todo a esa regulación matemática que tanto admira a nuestro héroe.
La
aventura de Crusoe prosigue, recorrerá la isla por entero, llevará a término su
proyecto de cultivador, construirá una canoa y descubrirá en la playa la huella
de otro hombre... Pero me detendré en este crepúsculo en el que un temeroso
Crusoe, tras su cena, contemplando el mar y esbozando una interrogación sobre el
ser del hombre y el ser de las cosas, encarna en su solitaria persona el reto de
la entera humanidad.
Víctor Gómez Pin, El hablar de Crusoe VI, El Boomeran(g), 04/10/2012
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