"La patria y la religión son estupendas si no te las crees" (Daniel Dennett)
Me encantó el Barça-Madrid del otro día: el Barça aquí
es como una religión benigna y suave.
¡Pero si usted es un ateo convencido!
¡Por eso mismo! Esas formas de patriotismo y religión light: con himnos y
banderas, mucho rito, y emociones positivas, pero sin intimidar ni amenazar a
nadie, me encantan.
...
Yo iba al catecismo y me lo pasaba bomba cantando himnos. Hoy soy ateo, pero
aún los canto y leo la Biblia: ¡qué gran libro! De hecho, las religiones y las
patrias -si no te las crees- son estupendas para relacionarse.
Daniel Dennett |
Religión: del latín religare (unir).
Eso debería ser: formas de vincularse sin excluir: una especie de enormes clubs
sociales abiertos a quien quiera... Como el Barça. Así crean valor para todos.
Son estupendos.
¿Cuándo dejan de serlo?
Cuando el sentido de pertenencia y vínculo de los patriotas o creyentes excluye
y rebaja a los que no lo son. Y, en ese sentido, los modelos matemáticos son
preocupantes.
¿Por qué?
Demuestran que existe una desgraciada e inexorable correlación entre la
intensidad de los sentimientos de pertenencia a una comunidad y los de
exclusión y superioridad hacia los que no pertenecen a ella.
¿Perteneces a una comunidad para ser superior a quienes no pertenecen a
ella?
Lo esencial es que quienes sabemos del peligro de esas fuerzas irracionales
cumplamos el deber moral de mitigarlas y transformarlas en formas suaves y
benignas de relación, para que la patria y la religión sirvan también a los que
no son patriotas ni fieles.
¿Escepticismo profiláctico?
Es sanísimo. Y tenemos muchísimas oportunidades de ejercerlo: sólo hay que
contemplar con lucidez el circo de la política en cada país para ver lo
ilusorio que es pretendernos superiores a cualquier otro.
¿A qué se refiere?
Por ejemplo, al espectáculo que damos al mundo EE.UU. con las majaderías del
Tea Party. A mí me avergüenzan tanto que me vacunan contra cualquier exceso de
orgullo patriótico. Supongo que aquí también tendrán sus vacunas.
Ahora mismo vamos sobrados.
Pues aprovéchelas para relajar su patriotismo y tensar su ironía: ejercicio
saludable.
¿Cree que sólo tendremos una oportunidad de equivocarnos?
Me interesa la idea del "eterno retorno" de Nietzsche, quien sin duda
había leído a Darwin, y sostenía que la evolución no era lineal, sino circular.
Todo y todos estamos condenados a repetirnos ad infinítum.
Una idea mareante.
Nietzsche creía tener su demostración matemática: si la materia tiene un número
finito de átomos y puede estar en un número finito de lugares y, en cambio, el
tiempo es infinito, las combinaciones de materia y espacio se repetirán también
de forma infinita.
El día de la marmota.
Pues es una idea que hoy muchos físicos se toman muy en serio.
¿Y usted lo cree?
A mí me interesa el cerebro como anticipador de futuro: un sistema de
adaptación al medio cambiante, que nos permite sobrevivir porque extrae
información del pasado y la proyecta en el porvenir.
A veces también falla.
Sobrevivimos porque acierta mucho. Y una bacteria también: anticipa cambios en
la química del medio y adapta su organismo. Los humanos, además, creamos
símbolos poderosos como el lenguaje, que potencian exponencialmente la
anticipación y adaptación.
¿Qué es lo último en neurociencia?
Me preocupa la errónea interpretación de experimentos -en apariencia
espectaculares- de predecir nuestras decisiones gracias a la resonancia
magnética (FMRI).
¿Con ella adivinan qué decidiremos?
En condiciones muy limitadas y tras un complejísimo tratamiento informático
predicen qué letra va a elegir usted de una serie. Para mí, la única conclusión
válida de esos test es: no juegues a piedra-papel-tijera con el coco conectado
a la resonancia. Perderás.
Me tranquiliza usted.
No leerán las mentes, porque las personas también aprenderían a no dejarse
leer. Progresan, en cambio, los modelos de predicción de código (predicting
coding models), que son muy prometedores.
¿Un peligro para nuestra libertad?
El peligro es que se interpreten como demostración de que no somos nosotros quienes
tomamos decisiones, sino de que nuestros genes, neuronas, bioquímica neuronal
las toman por nosotros.
¿Por qué le preocupa tanto?
Porque es falso: el determinismo no está reñido con el libre albedrío. Son
compatibles. Estamos determinados, pero al mismo tiempo somos libres. La
genética y todo cuanto interviene en nuestras decisiones nos determinan, pero
no deciden por nosotros.
¿Tan grave es esa confusión?
Es muy peligrosa, porque otros experimentos también demuestran que, cuando no
nos sentimos responsables de nuestras acciones, hacemos trampas.
¿Cómo?
Por ejemplo, los estudiantes que leen el famoso texto del Nobel Crick, que
sentencia que nuestra biogenética decide por nosotros, hacen después más
trampas al resolver un puzle por dinero.
Lluís Amiguet, Entrevista a Daniel Dennet, La Contra. La Vanguardia, 11/10/2012
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