Què és la post-economia?
"The party is over"
Nancy Pelosi
Presidenta del Congreso Norteamericano 29 de septiembre del
2008
En una rigurosa descripción del término, podría afirmar, casi
sin temor a equivocarme, que post economía es lo que viene después de la
economía. Hasta ahí estaríamos de acuerdo. Pero ¿Porque es necesario acuñar
una palabra para designar estos tiempos en los que precisamente, la economía de
toda la vida, inunda toda nuestra experiencia vital? Es cierto. Pero el libro
necesitaba un título y, después de un profundo trabajo de investigación
mirando el Google, descubrí que este término no estaba muy pillado. Así que
la posibilidad de poner una palabra relativamente nueva en el título y llamar
con ello la atención de ustedes, vendría a ser el motivo fundamental del
acuñamiento del término.
Aunque está también el hecho que intentaré justificar (demostrar
sería demasiado vanidoso) de que la economía clásica ya ha sufrido una
mutación irremediable que la ha desnaturalizado hasta tal punto, que precisa
una nueva categoría. Por su cambio de métodos, reactores y de objetivos, la
economía ya no hace honor a su nombre.
Así pues, la posteconomía es una forma de dominio basada en el
miedo y la deuda, que genera una obediencia servil a un nuevo estamento
señorial que rige por encima de la geografía, el estado y la ley. Es un poder
escolástico. Es postcientífica y no racionalista. Funciona por exaltación e
imitación. No tiene discurso, se explica con símbolos y gestos. Recupera la
analogía y la semejanza. El pathos de la posteconomía no es el progreso sino
la notoriedad, el arjé, el principio de fama que movió a Aquiles hasta
Troya.
La Post es la economía que ya no se lo cree. Cuando se deja de
lado toda intención científica, toda esperanza de bienestar, toda función
instrumental y la economía deviene directamente en una doctrina, en una
teología, cuando se transforma en un complejo tabú.
Si lo económico fuese como la Iglesia, la diferencia entre
economía y posteconomía es la que hay entre San Francisco de Asís y Alejandro
VI, el papa Borgia. Entre los guisantes de Mendel y el Papa Inocencio II, aquel
que proclamó la primera cruzada al grito de” Dios lo quiere!”.
Postulaba el monje Juan Escoto Erígena, en el cachondo y
desmadrado sigo IX, que Dios se explica a sí mismo en la multiplicidad de la
physis. Lo que él llamaba “deus explicitus”. De la misma manera, la naturaleza,
su caos diverso, es la manera que tiene lo posteconómico de manifestarse. Ya no
se trata del dios padre de Moisés, arbitrista y fisiócrata. Ni el dios
relojero de Newton que alumbró con su mecanicismo y causalidad la economía y
el capitalismo. Nuestro nuevo dios se explica con las leyes de la biología.
Vamos pues hacia una especie de panteísmo en lo económico. Y si no me creen,
escuchemos a Paul Krugman en La organización espontánea de la economía: “Toda
economía dinámica compleja presenta la estructura que en teoría de la
evolución se conoce como equilibrio puntuado, esto es, largos periodos de
inactividad seguidos de cortos periodos de cambios precipitados...” Calmas y
tormentas en una sucesión caótica, impredecible e ingobernable. La
posteconomía volvería a invocar la fuerzas naturales con la única intención
de aplacarlas, no ya de someterlas a su imperio.
En la economía mandaba el ciclo, en posteconomía la crisis. La
economía era un río, la posteconomía un remolino, un Maëlstrom. La crisis,
la burbuja ya no son periodos de purga entre nuevos ciclos productivos
shumpeterianos, La crisis es el arma, la catapulta con la que la econocracia
asalta los viejos estados y las empresas. La crisis es una forma de guerra. Es
la versión financiera de la razzia, de la correría medieval. Dar el harb, la
casa de la guerra. Mordor, todos contra todos. Peste alta.
En la posteconomía el feudo no está en la tierra, en el espacio.
Se sitúa en el tiempo. Las luchas señoriales ya no se libran por el dominio de
la tierra sino de la deuda. Y la deuda no es más que tiempo enfeudado, tiempo
que ya no nos pertenece. Al endeudarnos, accedemos a nuestro futuro y se lo
cedemos al nuevo señor deudal. Por otra parte, las complejísimas, relaciones
clientelares devienen vasallajes. La hipoteca, el terror securitario, el temor a
la epidemia y al extranjero fijan a la gente a un territorio y a un amo. Desde
el punto de vista intelectual y de la academia, el acatamiento a lo real ha
sustituido a la interpelación y la indagación. La dependencia de fondos, el
miedo a la discrepancia y el consenso como medio conciliar de establecer la
verdad, hacen que el pensador devenga en una suerte de oratores, clero
dogmático cuya función es sostener y justificar el régimen señorial. Queda
así descrito el concepto. Pasemos pues, a destriparlo y, a ser posible,
descabezarlo.
Antonio Baños, La crisis que fabrica miedo y incertidumbre, eldiario.es, 26/10/2012
http://www.eldiario.es/economia/crisis-fabrica-miedo-servidumbre_0_62294210.html
http://www.eldiario.es/economia/crisis-fabrica-miedo-servidumbre_0_62294210.html
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