Dia Mundial contra la Pena de Mort.


Mapa de la muerte en el mundo © Amnistía Internacional

Mapa de la muerte en el mundo © Amnistía Internacional

Trabajar contra la pena de muerte obliga a hablar continuamente sobre condenas y ejecuciones. Eso lo convierte en un tema del que no es fácil hablar de una manera alentadora. Sin embargo, con motivo de la celebración del Día Mundial Contra la Pena de Muerte, quiero hablar de avances. Estos avances son fruto de los resultados de años y años de lucha contra este castigo cruel, inhumano y degradante. Toda Europa (salvo Bielorrusia), América (salvo Estados Unidos) o la región del Pacífico son zonas donde la pena capital no es sino un recuerdo del pasado. Cuando Amnistía Internacional comenzó su campaña, hace 35 años, tan solo 16 países en el mundo eran abolicionistas. Hoy día, más de 140 países, dos tercios del mundo, han rechazado la pena de muerte. Esto significa que sólo durante los últimos 10 años, más de 30 países se han convertido en abolicionistas, bien en la ley, bien en la práctica.


Este dato es la consecuencia del esfuerzo de miles de personas en todo el mundo. Cuando pienso en esa cifra, pienso en las personas que comenzaron esta carrera por la abolición; pienso en las personas que en países como Portugal, Francia o Chile, primeros países en renunciar a la pena capital, se movilizaban para concienciar de que matar en nombre del estado viola derechos básicos, como el derecho a la vida. También pienso en las dificultades a las que se enfrentan las personas que luchan contra la pena de muerte en países como China, Irán o Estados Unidos, entre otros, donde año tras año el número de ejecuciones los coloca a la cabeza de un irreductible grupo de países que se niega a aceptar la realidad: la pena de muerte no es la solución.



Trabajar contra la pena de muerte en España no es sencillo. No es fácil explicar a la gente que un castigo abolido en este país hace casi 40 años, en muchas partes del mundo es la realidad cotidiana. Cada día son ejecutadas personas, incluso por delitos como el adulterio, la apostasía o, sencillamente por motivos políticos. Por eso admiro a los más de 90 grupos de Amnistía Internacional que durante octubre y noviembre salen a la calle en toda España para hacer saber a la sociedad que no podemos bajar la guardia, que pese a los avances de estos últimos años, aún queda trabajo por hacer.


Este año nos hemos propuesto movilizar a la sociedad contra la pena capital en Arabia Saudí, un país que en 2011 triplicó el número de ejecuciones respecto al año anterior. Nuestro propósito es sacar del corredor de la muerte a Siti Zainab, una mujer indonesia condenada hace más de 12 años. Siti fue condenada en un juicio injusto en el que no contó con una asistencia letrada adecuada y en el que apenas pudo entender a qué estaba siendo condenada, ya que ningún intérprete le tradujo el contenido del juicio.

En los últimos años hemos conseguido pequeñas victorias: en Irán, el nuevo Código Penal ha abierto la puerta a acabar con la lapidación, un castigo que agrava la crueldad de la pena de muerte; en Estados Unidos, Connecticut se convertía en abril en el 17º estado abolicionista; en Benín y Mongolia se aprobaron en 2011 leyes destinadas a eliminar la pena capital. 

Si estos motivos no fueran suficientes para responder a la pregunta de por qué hay que seguir movilizándose, entonces pienso en todas las personas que han sido ejecutadas y que, posteriormente, se ha demostrado que eran inocentes; pienso en que no existen apelaciones bajo las tumbas de estas personas. Pienso en las más de 18.000 personas que a finales de 2011 permanecían en decenas de corredores de la muerte en todo el mundo. En ese instante, me reafirmo en el pensamiento que me empujó a trabajar contra la pena capital: no hay que parar hasta que los corredores de la muerte queden vacíos. En nuestra mano está lograr que nuestros hijos e  hijas solo conozcan la pena de muerte por los libros de historia.

Carlos de las Heras, Razones para una campaña, eldiario.es, 10/10/2012

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