L'"Ètica" de Spinoza.
La Ética de Spinoza está dividida en
cinco libros: I] De Dios; II] De la naturaleza y origen del alma; III] Del
origen y naturaleza de los afectos; IV] De la servidumbre humana o de la fuerza
de los afectos; y V] De poder del entendimiento o de la libertad humana. Esa
estructura y los rótulos de los varios libros pueden desconcertar al lector
actual, que acostumbra a entender por ética la reflexión filosófica sobre
hábitos o costumbres morales y no ve ahí ni siquiera mencionada la palabra
moral. Los rótulos de los cinco libros aluden, en efecto, a cuestiones
habitualmente abordadas en tratados de teología, metafísica, teoría del
conocimiento o gnoseología y antropología filosófica. El desconcierto aumenta
cuando se lee el subtítulo de la obra: more geometrico demonstrata; o
sea, al percibir que estamos ante una Ética que trata mayormente de Dios, del
alma, de los afectos y del entendimiento humano y que, además, aborda tales
asuntos con intención demostrativa, a la manera de los geómetras, o sea,
mediante definiciones, axiomas y proposiciones demostrativas que traen a la
memoria la geometría de Euclides. Formalmente la Ética de Spinoza
enlaza con el modelo cartesiano pero acentúa su forma de argumentar. Que Spinoza
era consciente del desconcierto que esto podía producir en sus lectores lo
prueban las palabras con que introduce el libro III, dedicado al origen y
naturaleza de los efectos:
Parecerá ciertamente sorprendente que me
proponga tratar de los vicios de los hombres y de sus enfermedades a la manera
de los geómetras y que quiera demostrar por medio de un razonamiento riguroso lo
que no cesan de proclamar contrario a la razón, vano, absurdo y digno de horror.
Pero he aquí la razón en que me fondo: nada sucede en la Naturaleza que pueda
atribuirse a un vicio existente en ella. La Naturaleza es siempre la misma… Por
consiguiente, los afectos llamados odio, cólera, envidia, etc., considerados en
sí mismos, se siguen de la misma necesidad y de la misma virtud de la Naturaleza
como las demás cosas singulares… Por eso consideraré las acciones y deseos
humanos como si se tratase de líneas, superficies y cuerpos sólidos.
El pensamiento de Spinoza se separa del de Descartes en varios puntos
importantes. El Dios de Spinoza no es el creador transcendente, sino la
naturaleza misma. De ahí la fórmula: Dios sive natura. Dios y
naturaleza son la misma sustancia, la cual puede ser aprenhendida por la
inteligencia humana bajo dos modos o aspectos. Esta idea rompe, además,
con las representaciones habituales de la divinidad de carácter antropomórfico,
o sea, basadas en la atribución a la divinidad de rasgos que en principio son
propios del ser humano. Dios no es la providencia organizadora, ni el padre
amantísimo, ni el monarca severo, ni el juez justiciero, ni siquiera el relojero
perfecto. Spinoza desmonta estas representaciones como ficciones
interesadas de los humanos. Y funda así una ontología, una filosofía del ser,
que se suele denominar monista (una única sustancia con dos modos o
aspectos esenciales), naturalista (por la reducción de dios a la
naturaleza) e inmanentista (porque no recurre a un ser transcendente
para entender, explicar o comprender la naturaleza).
A continuación, y entrando en el ámbito de la teoría del conocer, Spinoza
mantiene que “el orden y conexión de las ideas son los mismos que el orden y
conexión de las cosas”, proposición en la que funda el principio de una
inteligibilidad universal del ser. Pues el alma no es otra sustancia, una
sustancia diferente del cuerpo, sino precisamente “la idea del cuerpo”.
Siguiendo la misma lógica deductiva, o sea, analizando las pasiones del hombre
more geometrico, Spinoza propone, con su teoría de los afectos, una
antropología positiva que será el núcleo central de la ética (parte tercera de
la obra). Esta antropología positiva prescinde de consideraciones moralistas o
moralizantes sobre las pasiones del ser humano; parte de la consideración de que
ante los asuntos humanos no hay que reír ni llorar ni indignarse, sino
simplemente comprender o entender.
El deseo de los humanos es para Spinoza conatus, lo que quiere
decir: esfuerzo por perseverar en su ser. No es que deseemos una cosa porque
ella sea buena, es que la llamamos buena porque la deseamos. Y la
deseamos porque el deseo es potencia del ser humano, potenciación del
ser, cuyo desarrollo da alegría. De donde se sigue que obrar bien no es
orientarse hacia un cierto ideal (más o menos irrealizable), sino realizarse
a uno mismo, mientras que obrar mal tampoco es transgredir mandamientos o
normas transcendentes sino perder potencia, convertirse en esclavo.
Lo primero conduce a la sabiduría, que Spinoza identifica con la
beatitud; lo segundo conduce a la servidumbre. La libertad del hombre
no es libre albedrío, a la manera de Descartes, pues eso sería establecer una
excepción a la ley universal de la necesidad que reina en la
naturaleza; libertad es conciencia de la necesidad. Y esto porque
libertad y necesidad no se oponen, sino que lo que se opone es libertad y
coacción. Beatitud equivale en Spinoza a “amor intelectual de Dios”,
pero aclara que la beatitud no se tiene que entender como premio a la
virtud, como premio por haber reducido o reprimido los apetitos sensuales, sino
que la beatitud es la virtud misma, que hace posible la reducción de los
apetitos, y proporciona el contento o alegría interior. La beatitud queda así
vinculada al entendimiento, a la consciencia, a la razón, y lograrla supone una
tarea árdua. Es una flor rara, obviamente, cosa que no debe extrañar, porque,
como concluye Spinoza en la Ética, “todo lo que es hermoso es tan
difícil como raro”.
Francisco Fernández-Buey, Para leer a Spinoza
http://www.bibliotecabuey.com/para-leer-a-spinoza/
Francisco Fernández-Buey, Para leer a Spinoza
http://www.bibliotecabuey.com/para-leer-a-spinoza/
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