Epigenètica i la paradoxa dels bessons.



Cualquier cursillo o reportaje sobre la relatividad de Einstein está casi forzado a mencionar la paradoja de los gemelos. Un gemelo se queda en tierra mientras el otro se larga en un cohete ultrarrápido hasta la estrella polar, da la vuelta y regresa a casa. Cuando llega, él solo ha envejecido seis meses, mientras que su hermano es ya un anciano con más recuerdos que expectativas. No se trata de un fenómeno biológico, sino de una propiedad fundamental del tiempo, que se retarda cuando te mueves muy deprisa, afectando tanto a tu cuerpo como a tu reloj, tanto a tus neuronas como a los quarks que las componen. Lo mismo ocurriría si el gemelo viajero se acercara a un agujero negro, porque la gravedad también retarda el tiempo (lo dilata, en la jerga). Nadie ha llevado a la práctica estos experimentos mentales con gemelos, pero la NASA acaba de hacerles una especie de homenaje.

Los gemelos se llaman Mark y Scott Kelly. Ambos son astronautas de la NASA, perfectamente calvos y no fáciles de distinguir. Los periodistas entrevistamos a Scott hace un año cuando vino a España a promocionar su libro Resistencia; un año en el espacio, donde narraba la experiencia que le llevó, en 2015, a batir el récord de permanencia en la Estación Espacial Internacional: 340 días y 5.540 vueltas a la Tierra. Un tiempo que nos bastaría ahora mismo para mandar una misión tripulada a Marte. Su hermano Mark, sin embargo, apenas ha volado 50 horas, y en órbitas más bajas. Los científicos de la NASA vieron ahí una oportunidad única de investigar los efectos biológicos del vuelo espacial. Tomas dos gemelos, mandas a uno al espacio y cuando vuelve comparas sus parámetros fisiológicos, su metabolismo y su genómica con los del hermano que se ha quedado en tierra. Como la paradoja relativista de los gemelos, pero en su humilde versión médica.


Las muestras analizadas justo después de que Scott volviera a tierra mostraban diferencias notables con las del hermano. Había cambios en su metabolismo, en su epigenética (la modulación de la actividad de los genes en respuesta al entorno) y, más curioso aún, en la misma estructura de sus cromosomas. Los telómeros (extremos de los cromosomas) suelen encogerse con la edad, pero los de Scott eran más grandes que los de su hermano, y más que los suyos propios antes de emprender el viaje. Uno de sus cromosomas, además, había experimentado una “inversión”, por la que un gran tramo de ADN se da la vuelta respecto a sus genes vecinos. Por lo poco que sabemos, estos son entonces los efectos de la vida en el espacio, y los que sufrirán nuestros herederos que viajen a Marte.

Lo más curioso es que casi todos esos cambios son reversibles. Una que vez que Scott volvió a nuestro planeta, sus parámetros han regresado a lo normal —a los que tiene su hermano— en cuestión de un año o menos. Los cambios epigenéticos, que tal vez fueran adaptaciones al estrés de vivir un año en el espacio, se han disipado, y sus telómeros han vuelto a acortarse hasta lo que corresponde a un hombre de su edad. Lo único que perdura es su inversión cromosómica. Esas cosas son fatigosas de deshacer, y a menudo subyacen a la evolución de las especies.

Dos gemelos solo son idénticos en el momento en que un embrión se divide en dos. La vida los puede separar. Y volver a juntar.

Javier Sampedro, Dos gemelos en el espacio, El País 18/04/2019

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