Crítica a la concepció cerebro-cèntrica.


Llevamos mucho, mucho tiempo, repitiendo como un mantra que el cerebro es «el órgano de la mente», el lugar donde nace el pensamiento, la cabina de mando, la sala de los botones, donde una milagrosa y complicadísima red de cables forja nuestro ser, nuestra forma de razonar y de ver el mundo, nuestras ideas, nuestras decisiones y nuestros recuerdos, nuestras increíbles capacidades y nuestras inevitables limitaciones. La visión cerebro-céntrica es tan aceptada que la damos por asumida, un dogma, tan cierto que no hay que perder tiempo en averiguarlo o demostrarlo. Una certeza tan obvia que resulta francamente impopular llevarla a discusión. Huelga decir que todo este paquete de posiciones firmes y acríticas es precisamente lo que la ciencia tendría que evitar. En la religión o en política suele ser suficiente la fe o la esperanza, pero en la ciencia se necesitan pruebas, y sería mejor evitar certezas que se defienden por sí mismas. En el caso del cerebro como máquina autónoma del pensamiento, hay por lo menos dos asuntos que no podemos obviar.

El primero atañe a la casi total falta de evidencia que pueda respaldar esta posición, a pesar del enorme esfuerzo que hemos puesto en el último siglo para defenderla. No tenemos pruebas que contrasten la autonomía del cerebro, pero tampoco tenemos pruebas que la demuestren. Hemos hurgado sin piedad en tejidos, células y moléculas, y no hemos encontrado ni rastro de la chispa de la mente. Cuanto más hemos diseccionado los detalles orgánicos de nuestras neuronas, menos hemos encontrado el escondite del pensamiento. Debería de ser lógico reconocer que estudiar las neuronas sirve para saber cómo funcionan las neuronas, no cómo funciona el cerebro. Los sistemas complejos se caracterizan por ser algo diferente a la mera suma de sus partes, con lo cual es normal que, cuanto más entramos en detalle, más perdemos de vista el conjunto, sus reglas, sus patrones. Y, si bien el conjunto «cerebro» tiene fronteras claras, el sistema «mente», desde luego, es mucho más difícil de localizar. Así que, en primer lugar, hay que reconocer humildemente que el estudio minucioso del cerebro como órgano de la mente nos ha proporcionado inestimables informaciones, pero nos ha dicho muy poco de cómo funcionan nuestras capacidades cognitivas.

Emiliano Bruner, Extendida Mente, Antropológica Mente. Investigación y Ciencia 11/02/2019

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