De l'acció.
En esos cánones ha de consistir el “saber superior” que Platón atribuye al usuario frente al
productor (las “reglas inmanentes” del arte de tocar la flauta por las cuales
reconocemos a un buen flautista y lo distinguimos de un principiante o de un
inepto). La “acción ejemplar” será, como mucho, aquella en la que vemos
cumplirse el modelo que define la perfección o el bien, pero en ningún caso
puede confundirse tal acción con el modelo, completamente impersonal y anónimo,
que ella realiza. (…) La regla de la acción recta sólo existe en la acción misma, como regla viva y
vigente, del mismo modo que la regla del bien tocar la flauta sólo existe
cuando alguien la toca bien y en el acto de tocarla. Esto significa que la
regla de la acción –el eidôs, la
idea, la “esencia”- no puede descubrirse mediante un ejercicio de penetración
teórica o de deducción lógica sino solamente de acción. En verdad, muchas
acciones pueden ser fallidas o fracasadas (…), como el flautista puede fallar
alguna nota o desarrollar una interpretación mediocre. Pero si los fallos o
fracasos son experimentados como tales (…), entonces podrá suceder que, al
escuchar al flautista, no estemos escuchando solamente una bella melodía, sino
la regla (que de suyo es inaudible) del bien tocar melodías y del bien tocar esa melodía. (págs.. 106-107)
En consecuencia, y precisamente porque cada acción es un acontecimiento
irrepetible, porque se da una vez única e individual, las acciones van ocupando
las veces en el irreversible curso del tiempo unas después de otras. La acción, por ser lo que en rigor no puede
repetirse, compensa de algún modo su fragilidad con su capacidad para ser
intentada de nuevo otra vez, o sea con el hecho de ser algo que sólo puede
darse a veces y de vez en vez (una después de otra). (pág. 108)
La acción siempre es pasado, siempre ha pasado ya o, como mucho, está
pasando –es decir, se está convirtiendo en pasado-, se está consumiendo el
mismo tiempo que se consume el turno (la
“vez”) en la cual se desarrolla. (…) esa impotencia de los mortales para acabar
la acción “de una vez por todas” o “de una vez para siempre” es lo que motiva,
según Aristóteles, que al menos para
nosotros la virtud no pueda ser más que un hábito, es decir, una disposición a
intentar actuar bien una vez tras otra. (págs.. 108-109)
José Luis Pardo, Eso no es
música, Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores, Barna 2007
Comentaris