L'impolític salvarà la democràcia.
Una de las reflexiones más interesantes sobre la política actual es la que
nos ofrece Roberto Esposito des de
su mirada impolítica. Desde lo impolítico los conceptos (categorías) que
utilizamos para explicarnos el día a día político quedan sometidos a una
crítica deconstructiva. Lo impolítico no quiere ofrecer soluciones políticas,
sino mostrar las contradicciones de los conceptos políticos. Esto, sin embargo,
no significa una huida a un espacio fuero de lo político. Lo impolítico no es
ni apolítico ni antipolítico, es una nueva manera deconstructiva de abordar la
política.
De su libro Diez pensamientos acerca
de la política he seleccionado tres categorías, de los diez términos clave
a los que Esposito somete a su disección impolítica: “política”, “democracia” y
“mal”, que considero las más atractivas para hacer una exposición breve del
trabajo de Esposito.
Las tres entradas seleccionadas, de esta especie de diccionario crítico que
constituye este libro de Esposito,
siguen un esquema similar: el autor introduce al principio una hipótesis que
pretende ser polémica para desarrollar después la metodología que ya ha
presentado en el prefacio: igual que Heidegger
había observado en los conceptos del ámbito metafísico, el filósofo italiano observa
un agotamiento de las categorías políticas, cada vez menos capacitadas para
“representar las dinámicas contemporáneas, y por eso destinadas a una afasia
paulatina”.
La primera hipótesis. dedicada a la categoría “política”, afirma que la filosofía política ha demostrado
su torpeza a lo largo de los siglos a la hora de establecer una conexión entre
pensamiento y política. La segunda hipótesis, referente a la categoría
“democracia”, señala que la concepción humanística de la democracia favorece el
deslizamiento lineal para que ésta se convierta en lo que aparentemente se le opone
como su contrario per esencia, el totalitarismo. Finalmente, el dedicado al
“mal”, nos dice que es el resultado de la libertad cuando esta se autodestruye
(recogiendo una intuición de Bataille).
Sobre la primera hipótesis: Esposito
afirma que la imposibilidad de cerrar la
brecha entre filosofía y política es la incapacidad de aquélla por entender lo
que la política es, es decir, su factum:
la discordia, el disenso, porque intenta imponer un constructo categorial
dominado por la idea de orden que está incapacitado, ya desde su inicio, para
representar lo contrario. La filosofía, según Esposito, está presa de un nudo teológico que intenta orientar lo
político hacia el bien. El bien político como el Bien teológico ( Dios) no
admite lo interesado, ni lo particular. El bien general de lo político y el
Bien del Todo es lo uno y lo mismo que lo privado del bien político general y lo
particular del Bien Universal. Este modelo, que el pensador italiano denomina “fundacional”,
es inadecuado para acercarse a la realidad política, que es irrepresentable
desde una lógica filosófica
representacional ciega a lo naturalmente conflictivo de lo particular y lo
interesado de los actos políticos. El error fundacional de la filosofía
política, insiste Esposito, consiste
en forzar la realidad política para que se adecúe a la forma categorial de un
orden pensado como lo bueno, lo justo, lo único.
El desarrollo de la segunda hipótesis es la continuación de la reflexión
sobre la hipótesis anterior: el problema de la democracia y la razón por la que
se convierte con frecuencia en la antesala de su opuesto, el totalitarismo,
proviene de la misma concepción teológica de la filosofía política, cuando su
lógica la contamina: la democracia deja de ser considerada como algo técnico,
como una realidad sin “contenidos” (un conjunto de normas destinadas a
distribuir el poder de manera proporcional a la voluntad de los electores) para
convertirse en un valor al servicio del bien teológico. La incomprensión de la democracia
por parte de la filosofía política sigue el mismo patrón ya advertido en su
incomprensión de la política en general: su obstinación en aplicar el modelo
fundacional de pensamiento. La perspectiva impolítica defendida por Esposito, en cambio, inspirada por los
modelos realistas del pensamiento político (Tucídides, Maquiavelo y Nietzsche), mantiene la idea de que si
la democracia quiere salvarse, es decir, no quiere transformarse en su reverso,
el totalitarismo, (que no su opuesto) debería renunciar a representar aquello
que por esencia no puede representar: lo bueno, lo justo, lo único. Debería resistirse a cualquier intención de valor y
reafirmarse como método, forma y procedimiento que mantiene separado lo justo
de lo legal, el bien del poder, el valor de lo formal. Tres de las antinomias
que Platón ya advirtió en la República, que constituyen el núcleo
medular de lo político que aún perdura hoy en día.
La hipótesis del mal, la última, es la culminación del planteamiento de las
dos hipótesis anteriores. El “mal” como resultado de la libertad cuando esta se
autodestruye porque se rebela contra sí misma tiene que ver con la manera que
la filosofía política ha proyectado sus conceptos sobre la democracia en
concreto y la política en general. El mal radical tiene sus raíces en la manera
cómo se ha pensado la política desde sus inicios: como orden, como
representación de lo bueno y lo justo. El mal, prosigue Esposito, no es tal en esencia como aquello a lo que se le opone lo
bueno (el bien), es fundamentalmente cuando el mal se hace pasar por él, es
decir, cuando lo imita: cuando utiliza su lenguaje, sus “formas” (la
democracia, por ejemplo), para instalarse como lo Absoluto y desde ahí imponer
su Ley, la Justicia, para eliminar otras leyes (que protegen a los particulares
y sus cosas privadas y sus intereses) que están por debajo, claro está, de esta
ley de leyes. Por eso, el mal no debe buscarse en el individuo singular, sino
en aquel sistema que lo excluye, que le niega cualquier característica que lo
singulariza, afirma Esposito. Y
sobre todo porque esta negación proviene de un “bien” que acaba por
uniformizarlo todo, y a todos. Por ello, concluye, “el mal es siempre político”.
Manel Villar, Sant Pol, verano 2014
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