La banalitat del mal, una definició.

Eichmann en Jerusalén es un alegato en favor de la responsabilidad individual ante la justicia, complemento del rechazo a la justificación del crimen por la obediencia debida consagrado en los juicios de Nuremberg. La banalidad del mal es la incapacidad para pensar por cuenta propia, la obediencia mental como execrable acomodación del pensamiento a la jerarquía. Lo contrario, por tanto, al atrévete a pensar kantiano, ejercicio que la filósofa judía realiza con una radicalidad admirable cuando se trata de analizar el proceso en que se juzga al criminal que asesinó a los suyos.

No hay culpas colectivas, pero tampoco cabe buscar lo contrario, el ventajismo del mérito colectivo de un pueblo. Arendt confiesa en su correspondencia que no siente amor por el pueblo de Israel ni por ningún pueblo, solo por las personas. Señala también que son las atrocidades de los suyos las que más la mueven a la denuncia. Fue sionista bajo Hitler y luego partidaria de una Palestina binacional, con idénticos derechos para judíos y árabes. En Eichmann encontró el retrato inverso del ser humano pensante y consciente y del ciudadano libre y responsable. Cincuenta años después, su cliché sobre la banalidad del mal sigue siendo útil para combatir la estupidez política.

Lluís Bassets, La banalidad del mal, El País, 07/07/2013

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