Soc el meu cervell.






Ciertamente, el cerebro, sin que nos demos cuenta, es una gran fábrica de ilusiones, hasta el punto de que no es descabellado decir que sentimos el mundo de un modo más virtual que real. Tenemos la impresión de que son los ojos quienes ven, los oídos quienes oyen, la nariz quien huele, pero todo eso tampoco es verdad. Es nuestro cerebro quien lo hace, y nada mejor que el sentido del tacto para verlo con claridad: la mano siente el tacto y la temperatura de lo que toca, pero no es la mano, sino el cerebro, quien siente ese tacto, como podemos deducir del fenómeno del miembro fantasma en la persona que sigue sintiendo el tacto, el dolor o la temperatura en la mano que ya no tiene porque le fue amputada para evitar la gangrena. Es algo que nos fascina, porque ni siquiera hoy podemos explicar cómo el cerebro se las arregla para que sintamos en la mano u otra parte del cuerpo lo que solo él es capaz de sentir.

¿Nos engaña entonces el cerebro? Esta repetida pregunta es muy tramposa. Para comprobarlo, repliquemos con otra: ¿A quién engaña el cerebro? ¿al cuerpo vacío de él? ¿Eso somos, un cuerpo vacío sin cerebro? ¿Podría yo sostener mi cerebro en la mano y acusarle de que me está engañando como si yo fuera algo diferente de él? Ciertamente, no. El cerebro no me engaña porque yo soy, por encima de todo, mi cerebro y la mente que ese cerebro crea. Si un día fuera posible trasplantar el cerebro de una persona a otra lo que en realidad estaríamos haciendo no es un trasplante de cerebro, sino un trasplante de cuerpo: a un cerebro le estaríamos quitando el cuerpo al que pertenece para ponerle el de otra persona. Si el cerebro con sus ilusiones engaña a alguien no es a otro que a sí mismo. La evolución y la selección natural lo han configurado de ese modo y lo han convertido en el órgano más inteligente que conocemos. El filósofo francés René Descartes tenía razón cuando dijo “pienso luego existo”, pues sería imposible saber que existimos si el cerebro no nos proporcionara la capacidad de pensar, de tener una mente consciente.

Ignacio Morgado Bernal, El cerebro, una fábrica de ilusiones, El País 10/12/2020

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