304: Antonio Martínez Ron, La ciencia en 2020, el año de la esperanza y las contradicciones




2020 fue a la vez el año del “te lo dije” y del “no podía saberse”, del avance sin precedentes y de la confusión. El año en que la misma ciencia que llevaba décadas advirtiendo de la llegada de una pandemia no fue capaz de prever, en la mayoría de los casos, el impacto que iba a tener un nuevo patógeno como el SARS-CoV-2 en la población, pero también fue el año en el que quienes ignoran habitualmente a los científicos se dirigieron a ellos con prisa para pedir soluciones. Esta fue también la primera ocasión en el que la discusión que la ciencia mantiene habitualmente de puertas adentro se convirtió en pública, generando un mayor desconcierto entre los ciudadanos. Fue el año en que pasamos de decir que no hacían falta mascarillas a hacerlas obligatorias, el año en el que los propios científicos pasaron meses discutiendo sobre el significado de la palabra “aerosol” y la naturaleza de la transmisión aéreay en el que se produjo una combinación explosiva entre la certidumbreque requieren los titulares y la incertidumbre con la que se trabaja en investigación y la que generan las decisiones políticas.

2020 fue también el año en el que todo el mundo se sacó un curso rápido de epidemiología. El año en que los verdaderos expertos se mostraron cautos a la hora de opinar mientras que algunos especialistas en materias ajenas a la salud se consideraron a sí mismos voces autorizadas de la pandemia por haberse leído unos cuantos papers. Un año en el que el caos informativo llevó a una confusión constante de roles: periodistas que respondían como expertos, científicos que hacían de corresponsales y economistas que daban recomendaciones sanitarias con una plantilla de Excel. El año en que mucha gente, tal vez con la mejor de las voluntades, actuó de forma irresponsable.

Gracias a la situación de caos y las contradicciones, 2020 fue el año en el que mentes como las de Miguel Bosé entraron en ebullición, el año en que vimos multitudes quemando torres de telefonía porque estaban convencidos de que la pandemia era activada por la red de 5G y el presidente de una “universidad española” (sic) advirtió contra las “fuerzas del mal”, Bill Gates y la implantación de un “chís” para controlar nuestra voluntad. El año en que los mercachifles del misterio se quisieron poner el disfraz de periodista que les venía grande y el año en que echamos en falta haber levantado diques de contención más altos contra el tsunami irracional.

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