Sistema natural i autoregulació.








¿A qué nos referimos exactamente cuando hablamos de lo colectivo? ¿De qué colectividad estamos hablando? Porque, por poco que tomemos distancia, vemos que, además de las múltiples colectividades humanas y aquellas otras que comparten nuestro entorno más inmediato (animal, vegetal, mineral), vivimos dentro y habitados por multitud de colectividades, sociedades de individuos macro y microscópicos, con y entre las cuales se trazan conexiones, se elaboran tejidos y se diseñan pautas de comportamiento. El ethos es a la vez un hábitat y un comportamiento. Las colectividades actúan unas dentro de otras, con y en contra de otras, modificándose mutuamente en perfecta (o imperfecta) dependencia, y lo que asegura la subsistencia de una colectividad es que esa interactuación tenga lugar dentro de un orden, un orden que nosotros los humanos, evidentemente, no establecemos.

Nos han educado mal: queremos sobrevivir a toda costa, por encima de todos. Pero proteger la vida de una especie en detrimento de las demás altera el orden del sistema, la convierte en plaga. Nos cuesta entender que el sistema natural del que, lo queramos o no, formamos parte es autopoiético: se crea a sí mismo y se autorregula. Cuando se origina un desequilibrio, procura corregirlo y, en ese proceso, ciertas importantes transformaciones tienen lugar. La rueda de la vida no se acabará por ello, pero sí nuestro mundo, aquel de los “derechos (meramente) humanos”, que hemos desplazado indebidamente desde el ámbito social en el que se establecieron a un plano ontológico que no les corresponde.

Chantal Maillard, Pseudoproblemas en tiempo de pandemia, el cultural.com 07/12/2020

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