Es poden canviar les falses creences?
El ser humano presenta con respecto al resto de los animales una peculiaridad destacable, a saber: es el único animal que es capaz de matar por ideas, por una ideología. Los demás animales matan por conseguir pareja o comida, por defender su guarida, etc., es decir, por razones “reales” o vitales para su supervivencia o reproducción. El ser humano, por contra, es capaz de matar por razones absolutamente “virtuales”, por ideas, creencias o mitos, que solo existen en su imaginación.
Las ideas, una vez que se instalan en un cerebro, son muy difíciles de erradicar. Las primeras que llegan deciden las que pueden venir después porque definen nuestro universo mental, lo que somos capaces de ver y entender y todo lo que no encaje con ellas suele quedar fuera. Las ideas son como jaulas, delimitan nuestro mundo, nos encierran dentro de un territorio mental del que no podemos salir. Nos identificamos con nuestras ideas y las amamos, les damos una importancia crucial en nuestra vida: “yo soy de izquierdas”, o “yo soy del Atlético”. Como dijo alguien, antes se cambia de mujer, de casa o de coche que de equipo de fútbol. Extrapolando esa idea podemos decir que lo último que puede hacer una persona es cambiar de ideología. ¿De dónde procede el gran poder de las ideas?
En una sociedad democrática es fundamental que las decisiones se tomen en base a un información correcta pero en muchos asuntos hay grupos muy amplios de la comunidad que sostienen unas creencias erróneas, muchas personas creen, por ejemplo, que las vacunas producen autismo cuando todos los estudios científicos demuestran que no es así. Se nos plantea entonces el problema de cómo conseguir refutar unas informaciones erróneas con argumentos, con razones, y conseguir que esas creencias sean abandonadas.
Un error muy frecuente a la hora de intentar convencer a alguien con razones es el de caer en lo que se llama el “Modelo de Déficit de Información”, es decir, pensar que los mitos se combaten simplemente aportando más información a los cerebros de las personas. Este modelo asume que las ideas o creencias erróneas de la gente son producto de la desinformación, de la falta de información adecuada y que la solución es más información. Este modelo es erróneo y lo es porque parte de un modelo de la naturaleza humana erróneo, que es creer que los seres humanos somos racionales y que manejamos la información igual que un disco duro o un ordenador.
Por ejemplo, tenemos el “efecto rebote de familiaridad”: para combatir un mito tenemos que mencionarlo, pero al mencionarlo la gente se familiariza con él y tenemos tendencia a creer lo que nos es familiar o conocido. Este efecto se ha visto con las vacunas. Se daba a la gente el mito y la información correcta y se pedía que separaran una de otra. Si esto se hace inmediatamente, la gente es capaz de separar la información correcta y la errónea, pero si se hace meramente unos 30 minutos después de la charla la gente cometía más errores que si no se les hubiera dado la información. Es decir, el proceso de refutar el mito lo refuerza y perpetúa.
Si es tan difícil que la gente cambie de ideas y, además, intentar combatirlas empeora las cosas, ¿qué podemos hacer? Pues la cosa está muy difícil. Por un lado, la gente que tiene unas ideas fijas es muy difícil que las cambie, es más probable que tengamos éxito con indecisos, o en temas que no sean muy “calientes” o claves para esa persona (ni que decir tiene que política y religión mejor ni tocarlas). También podemos plantear el tema de la manera menos amenazante para el sujeto y reforzar o afirmar primero la autoestima de la persona para que esté más receptiva, pero es francamente difícil conseguir resultados y hay que tener mucho tacto. Cuando refutas un mito dejas un vacío en el modelo mental del mundo de esa persona y todos necesitamos certezas. La gente prefiere un modelo erróneo a un modelo incompleto. En ausencia de una explicación mejor van a optar por una explicación errónea, así que intenta proveer una explicación alternativa que explique los hechos y , si puedes, utiliza gráficos o información visual.
Según Jonathan Haidt, “Nuestra vida moral está plagada por dos ilusiones. La primera ilusión la podemos llamar la ilusión “menea-el-perro”: creemos que nuestro juicio moral (el perro) está impulsado por nuestro razonamiento moral (la cola). La segunda ilusión la podemos llamar “mueve-la-cola-del otro perro”: en una discusión moral esperamos combatir con éxito los argumentos morales de nuestros oponentes para que cambien sus mentes. Tal creencia es análoga a creer que moviendo la cola de un perro vas a conseguir que sea feliz”
Haidt mantiene que los seres humanos toman sus decisiones morales basándose en las emociones y que luego justifican sus decisiones a posteriori con razones. Por eso la metáfora del perro emocional, que es el que mueve la cola racional, y no al revés: no es la cola racional la que mueve al perro emocional. Dirigir nuestros argumento contra la cola del otro perro no servirá de mucho porque no es la cola racional la que mueve al perro. Lo que suele pasar es que ambos bandos presentan sus excelentes argumentos pero cuando ven que el otro no responde a sus razonamientos cada bando piensa que el otro es tonto o mala persona (ver esta entrada sobre las tres suposiciones sobre el error).
Evidentemente, lo que Haidt menciona aquí para las discusiones morales es perfectamente aplicable a cualquier otro tipo de discusión, sobre las vacunas, política, religión, aborto, teorías de la conspiración, libre albedrío o sobre el tema que sea.
Pablo Malo, Convencer a los demás con razones, Evolución y Neurociencias 01/12/2014
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