El triomf de Trump i la responsabilitat de l'esquerra.
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Muerte a los normies, de Angela
Nagle (Houston, 1984), relata cómo llegó Trump a la residencia, tras una
guerra digital, que la izquierda tradicional no había visto venir. Nagle cartografía el combate: a un lado
está esa “contrarrevolución sin líderes”, culturalmente trol, compuesta por gamers, chaneros (foreros de 4chan),
antifeministas y la extrema derecha de internet, con su “cinismo nihilista”, “ironía
reactiva”, schadenfreude y afición
linchatoria. En el otro extremo se halla la izquierda Tumblr, “una cultura
basada en acusar a la ligera de misoginia, racismo, (…) transfobia y demás” que
“llegó a su más absurda apoteosis con una política centrada en poner el foco en
las minucias (…) de las identidades”. Una izquierda de tableta, “autoflageladora
y ultrasensible”, con su “cultura de la denuncia”, cry bullying y obsesión identitaria.
Nagle no pierde de vista a los malos (el bando que “vio cómo su
candidato ocupaba el puesto de presidente”), pero tampoco olvida que fue el
puritanismo mojigato de sus oponentes quien precipitó el desenlace: mientras
los izquierdosos-con-iPhone fetichizaban “la red espontánea, sin líderes e
internetcéntrica”, en el vacío de poder nacía un monstruo que había hecho suya “la
estética de la contracultura, las transgresiones y el inconformismo”. La alt-right hizo que ser facha volviera a
ser molón (para un montón de tarugos) jugando con la rebeldía antimainstream. Los izquierdosos nos
hemos dado cuenta tarde de que “los primeros neocon empezaron como trotskistas”,
se alimentaron de nuestras vanguardias y punkeríos y regurgitaron lo aprendido
en un arrasador movimiento de derecha. Hoy cualquiera chaval frustrado puede
caer en las garras de mostrencos como Gavin McInnes de Vice, el neonazi-gamer
Andrew Auenrheimer (weev) o Mike Certovich, gran patán neomasculino. Su
existencia, afirma nagle, nos obliga a replantearnos la idea de contracultura,
pues, “el ascenso de Trump y la altright no es la evidencia del retorno del
conservadurismo, sino de la total hegemonía de la cultura del inconformismo, la
autoexpresión, la transgresión y la irreverencia gratuita”.
Kiko Amat, Guerras culturales online, Cultura/s La
Vanguardia 05/01/2019
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