La ciència ficció i la manca de previsió.
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La versión de La naranja mecánica que dirigió Stanley Kubrick en 1971 predijo la existencia de centros de desradicalización. ¿Os acordáis del final, cuando les abren desmesuradamente los ojos a Alex, el drugo interpretado por Malcom McDowell, para obligarle a ver las imágenes de la Alemania nazi a la vez que escucha a Beethoven? El vilador se convierte en n corderito alérgico a la Novena Sinfonía así como a toda forma de violencia. No sé que ocurrirá en los centros que están abriendo por toda Francia, pero hay que reconocer que su misión es complicada: se trata de convencer adolescentes rebeldes de que no es deseable conducir un camión por encima de niños. El método Naranja Mecánica (empleado sobre todo en Guantánamo) consistiría en obligarles a visionar en bucle imágenes de la matanza de Niza con Rammstein de fondo, hasta que no puedan más. Ya. No es seguro que funcione. Sugiero obligar a los aprendices de yuhadistas a leer En la carretera de Jack Kerouac mientras escuchan a Pink Floid. Los tíos, cuando entren en el centro, serán islamistas que buscan suicidarse, y cuando salgan, se habrán convertido en miembros de la Beat generation con pelos largos y chapas de Peace and love en la cazadora vaquera: ¡es la solución!
Me gusta la ciencia ficción porque imagina las catástrofes antes de que ocurran. Desgraciadamente, no impide que sucedan 1984 (Big Brother is watching you): ya estamos. Un mundo feliz (bebés probeta): también. Matrix (dominio de internet): hecho. Terminator (victoria de la inteligencia artificial): pronto. Hay un refrán que dice "Hombre prevenido vale por dos". Es falso. Estamos avisados y no hacemos nada.
Frédéric Beigbeder, Hombre prevenido no vale nada, Icon enero 2017

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