La política: el parlar i l’actuar (Hannah Arendt).
Este desplazamiento (del acto
libre a la palabra libre) es de gran importancia y se ha ido produciendo en la
tradición de nuestro concepto de libertad, en la cual la convicción de que
actuar y hablar están escindidos y les corresponden capacidades humanas
completamente distintas es incluso más decisiva que en la historia de Grecia
misma, pues uno de los elementos más notables y estimulantes del pensamiento
griego era precisamente que desde el principio, esto es, desde Homero, no
existía una escisión tal entre hablar y actuar, y que el autor de grandes
gestas también debía ser orador de grandes palabras, no sólo porque las grandes
palabras fueran las que debían explicar las grandes gestas, que, si no,
caerían, mudas, en el olvido sino porque el habla misma se concebía de antemano
como una especie de acción. Contra los golpes del destino, contra las malas
pasadas de los dioses, el hombre no podía defenderse, pero sí enfrentárseles y
replicarles hablando, y, aunque esta réplica no vence al infortunio ni atrae a
la fortuna, es un suceso como tal; si las palabras son de igual condición que
los sucesos, si (como se dice al final de Antígona) «grandes palabras responden y reparan los
grandes golpes de los elevados hombros», entonces lo que acontece es algo grande
y digno de un recuerdo glorioso. En este sentido hablar es una especie de
acción, y la propia ruina puede llegar a ser una hazaña si en pleno hundimiento
se le enfrentan palabras. Ésta es la convicción fundamental en que se basa la tragedia
griega y su drama, aquello de lo que trata.
Es precisamente esta concepción
del hablar, que sirve de base al descubrimiento que la filosofía griega hizo
del logos como
poder en sí mismo, la que pasa a segundo término en la experiencia de la polis y
desaparece completamente de la tradición del pensamiento político. La libertad
de expresar las opiniones, el derecho a escuchar las opiniones de los demás y ser
asimismo escuchado, que todavía constituye para nosotros un componente
inalienable de la libertad política, desbancó muy pronto a una libertad que,
sin ser contradictoria con ésta, es completamente de otra índole, a saber, la
que es propia de la acción y del hablar en tanto que acción.
(El
sentit de la política, 150-184)
Hannah
Arendt, Introducción a la política, en La
promesa de la política, Paidós, Barna 2008
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