La filosofia contra l'àgora (Hannah Arendt).
Filosofia
política contra polis.
Este espacio de lo político, que
como tal realizaba y garantizaba tanto la realidad hablada y testimoniada por
muchos como la libertad de todos, sólo puede cuestionarse —en un sentido que
yace más allá de la esfera política— en el caso de que, como los filósofos en
la polis, se prefiera el trato con pocos al trato con muchos y se tenga la
convicción de que el libre conversar sobre algo no engendra realidad sino
engaño, no verdad sino mentira.
Parménides parece haber sido
el primero en ser de esta opinión, ya que no sólo diferenció a los muchos malos
de los pocos mejores —como hizo Heráclito
y como correspondía en el fondo al espíritu agonal de la vida política griega,
en que todos debían esforzarse constantemente por ser el mejor— sino que
distinguió más bien un camino de la verdad, que únicamente se abría al
individuo qua individuo,
de los caminos del engaño, en que se mueven todos aquellos que, en el modo que
sea, siempre van en compañía. Platón
siguió a Parménides hasta un cierto
grado, ya que lo políticamente significativo en dicho sucesor es que, al fundar
la academia, no insistió en el individuo sino que hizo realidad una concepción
fundamental de los pocos, que, otra vez, filosofaban hablando libremente entre
ellos.
Platón, el padre de la
filosofía política de Occidente, intentó de diversas maneras oponerse a la
polis y a lo que en ella se entendía por libertad. Lo intentó mediante una
teoría política en la que los criterios políticos no se extraían de lo político
mismo sino de la filosofía, mediante la elaboración de una constitución
dirigida a lo individual, constitución cuyas leyes correspondieran a las ideas,
sólo accesibles a los filósofos, y finalmente incluso mediante la influencia
que quiso ejercer sobre un gobernante del que esperaba haría realidad dicha
legislación (un intento que casi le costó la vida y la libertad). A estos intentos
pertenece también la fundación de la Academia, que, si bien se enfrentó a la
polis al autodelimitarse frente al territorio propiamente político, también
siguió precisamente el sentido de este espacio político específicamente
greco-ateniense (es decir, en la medida en que el hablar los unos con los otros
fue su contenido auténtico). Con ello surgió junto al territorio libre de lo
político un espacio nuevo de la libertad máximamente real que ha llegado hasta
nuestros días como la libertad de las universidades y la libertad académica de
cátedra. Pero esta libertad, aunque formada a imagen y semejanza de otra cuya
experiencia había sido originariamente política, aunque Platón todavía la entendiera seguramente como el posible núcleo o
punto de partida de lo que en el futuro debía ser el estar juntos de muchos,
trajo al mundo un nuevo concepto de libertad.
L’acadèmia
contra l’àgora.
A diferencia de una libertad
puramente filosófica y sólo válida para el individuo —tan alejada de lo
político que únicamente el cuerpo del filósofo habitaba aún la polis— esta
libertad de los pocos es de naturaleza completamente política. El espacio libre
de la academia debía ser un sustituto plenamente válido de la plaza del
mercado, el ágora, el espacio libre central de la polis. Los pocos, si querían
seguir siéndolo, debían exigir para su actividad, su hablar entre ellos,
desligarse de las actividades de la polis y del ágora, de la misma manera que
los ciudadanos de Atenas estaban desligados de todas las actividades dirigidas
al mero ganarse el pan. Debían quedar liberados de la política en el sentido
griego exactamente como los ciudadanos debían quedar liberados de las
necesidades de la vida para dedicarse a la política. Y debían abandonar el
espacio de lo propiamente político para poder entrar en el espacio de lo
«académico» como los ciudadanos debían abandonar la esfera privada de su hogar
para entregarse a la plaza del mercado. Del mismo modo que la liberación de la
labor y de la preocupación por la vida eran presupuesto necesario para la
libertad de lo político, la liberación de la política lo era para la libertad
de lo académico.
La
política com a mitjà.
Es en este contexto que se
afirma por primera vez que la política es algo necesario, que lo político en su
conjunto es sólo un medio para un fin más elevado, situado más allá de lo
político mismo, que, consiguientemente, debe justificarse en el paralelismo que
establecíamos, según el cual parecería que la libertad académica ocupara el
lugar de la libertad política y que polis y academia se relacionaran entre sí
como hogar y polis, ya no sea válido. Pues el hogar (y el cuidado de la vida
que se da en su esfera) no se justifica jamás como un medio para un fin, como
si, dicho aristotélicamente, la mera vida fuera un medio para la «buena vida»,
sólo posible en la polis. Esto no es así porque dentro del ámbito de la mera
vida no puede aplicarse en absoluto la categoría medios-fines: el fin de la
vida y de todas las tareas relacionadas con ella no es sino el mantenimiento de
la vida, y el impulso por mantenerse laborando en vida no es externo a ésta
sino que está incluido en el proceso vital que nos fuerza a laborar como nos
obliga a comer. Si aun así se quiere entender esta relación entre hogar y polis
desde la categoría medios-fines, la vida que se garantiza en el hogar no es el
medio para el fin superior de la libertad política, sino que el control de las
necesidades vitales y el dominio doméstico sobre la labor esclava son el medio
de liberación para lo político.
(El
sentit de la política, 150-184)
Hannah
Arendt, Introducción a la política, en La
promesa de la política, Paidós, Barna 2008
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