Els inconvenients de la societat de l'observació (Daniel Innerarity).

Resultat d'imatges de el roto sociedad de la observación


... desearía subrayar la importancia de no ser controlados, es decir, sobre el empobrecimiento de la vida política cuando el principio de transparencia se absolutiza y convertimos la democracia en una política en directo” que se agota en una vigilancia constante e inmediata.

Uno de los efectos derivados de la vigilancia extrema sobre los actores políticos es que les lleva a sobreproteger sus acciones y sus discursos. Un ejemplo de ello es el hecho de que muchos políticos, sabiendo que sus mejores actos y declaraciones son examinados y difundidos, tiendes a encorsetar su comunicación. La democracia está hoy más empobrecida por los discursos que no dicen nada que por el ocultamiento expreso de información. Los políticos deben responder a la exigencia de veracidad, por supuesto, pero también a la inteligibilidad. Y buena parte del desafecto ciudadano hacia la política se debe no a que los políticos falten a la verdad sino a que no dicen nada y sean tan previsibles.

(…) la vida política, aunque sea en una pequeña parte, requiere espacios de discreción. Estos espacios no deberían defenderse como un privilegio (…) sino como espacios de reflexividad para hacer mejor el trabajo que la ciudadanía tiene el derecho a esperar de sus representantes (…).

… la exigencia de transparencia total podría paralizar la acción pública en no pocas ocasiones. (…) No me parece exagerado formular el principio de que reunión retransmitida, reunión poco deliberativa. Probablemente comisiones discretas tengan mucho más calidad deliberativa que los rituales semanales del pleno del control al gobierno. (…) la distinción entre escenarios y bastidores sigue siendo necesaria para la política. Es más: son los propios medios con su presión de transparencia e inmediatez los que provocan esa política de bastidores que ellos mismos critican. Siempre habrá un segundo espacio en el que puedan cocinarse los acuerdos que son imposibles en el escenario continuamente a la vista de todos. (…) la relación entre representantes y representados será aquí más bien de delegación y rendición de cuentas que de exposición inmediata. (…)

A medida que nuestros sistemas políticos libran la batalla contra la opacidad injustificada, hemos advertido también que esos mismos mecanismos de control tienden a transmitir una desconfianza excesiva y una visión fundamentalmente negativa de la política. (…)

La transparencia sólo es un principio que mejora nuestra vida democrática si no se consagra desconociendo el uso interesado que algunos pueden hacer de él y sus consecuencias en el conjunto de la sociedad democrática, de la que forman parte también otros valores, algunos difíciles de compatibilizar con una transparencia absolutizada.


Daniel Innerarity, ¿Cuánta transparencia soportan nuestras democracias?, La maleta de Portbou nº 12, Julio-Agosto 2015, pàgs. 16-22

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