L'efecte McGurk.


Si nos dejamos guiar por nuestra intuición, entonces estaremos convencidos de que nuestros sentidos funcionan independientemente unos de otros. Cuando oímos, oímos, y cuando vemos, vemos, y una cosa no tiene por qué distorsionar la otra. Sin embargo, la realidad es que nuestras experiencias perceptivas nacen de un complejo proceso de mezcla, como un mix.

Para demostrar esta idea uno se puede someter al llamado efecto McGurk, por el nombre del psicólogo Harry McGurk. Podéis ver un vídeo sobre el efecto aquí arriba: en él, el movimiento de los labios de las personas afectan directamente a la forma en que oímos las palabras que emite.

Así, por ejemplo, si contemplamos unos labios moviéndose mientras dicen "ga", pero el sonido emitido por el vídeo es "ba", lo que de hecho se oye finalmente es "da". Tal y como lo explica Christian Jarrett en su libro Grandes mitos del cerebro:
En este caso, la experiencia sensorial refleja una mezcla del sonido que uno espera basándose en el movimiento de los labios, y el sonido realmente emitido. Un ejemplo más prosaico de la forma en que interactúan los sentidos es cuando uno está en el médico a punto de recibir una inyección. La investigación ha puesto de manifiesto que la inyección es realmente percibida como más dolorosa cuando uno mira la aguja.
No solo el oído y la vista funcionan en sintonía, también lo hacen los otros sentidos. Por ejemplo, el gusto de un plato nos parecerá más pobre si nos taponan la nariz a fin de que no podamos olfatear lo que comemos. Incluso el oído afecta a la experiencia del sabor, tal y como refleja un estudio dirigido por Charles Spence, del Laboratorio de Investigación Sensorial Transmodal de la Universidad de Oxford.

En el estudio se demostraba cómo unas patatas parece más crujientes y frescas si el sonido de "crac" es más intenso. El sonido hecho por una bebida gaseosa también propicia que tenga mejor sabor. El tocino sabe más a tocino si de fondo se oyen bacon chisporroteante.

También visualmente los sabores pueden cambiar. La comida también entra por los ojos, y nos resulta extraño beber un zumo cuyo color no se corresponde con la fruta al que pertenece.

En otro estuduo, los comensales tenían que comer un delicioso bistec completamente a oscuras. Cuando de nuevo se abrieron las luces y vieron que los bistecs eran de color azul (habían sido teñidos con colorante alimenticio), muchos de ellos sintieron deseos de vomitar.

El poder del efecto McGurk es tan intenso que incluso hay un estudio publicado en el año 2012 por Adrian North que demuestra cómo los participantes perciben el vino como si tuviera las propiedades de la música que estaba sonando mientras lo cataban.

Sergio Parra, El efecto McGurk: los sentidos funcionan mezclándose entre sí, xatakaciencia 04/02/2016

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