Utopia: somiar desperts.








La utopía, dice Bloch, no es el diseño intelectual de una sociedad perfecta, sino en primer lugar el sentimiento de que el mundo no está acabado. Hay lo posible, lo inesperado, lo imprevisto. Estamos abiertos al porvenir.
¿Qué sería más “utópico” entonces que el encuentro amoroso? Este siempre lleva consigo la promesa de una vida nueva dice Recalcati. Sabe a porvenir, a lo que todavía no ha sido, a Nuevo. Estamos aún vivos y el mundo tiene sentido.
La utopía en Bloch ha de ser “organizada”. Por eso siempre cita a Lenin y su “soñar sí, pero soñar despiertos”. Hay que verificar que nuestros presentimientos particulares conectan con una tendencia del mundo. Salir de la ilusión privada. Preparar, actuar, llevar a cabo. La utopía es una tarea.
El amor está lleno de peligros dice Recalcati. Abandonar a la primera decepción revela que nuestro amor era ilusión y espejismo, espejo del Yo narcisista. Hay que levantar una duración que no mate el deseo. Un espacio que no anule el misterio. Una intimidad en la distancia. El amor es construcción.
Si el amor/la utopía es regalo de sentido, el desamor es desolación. Nos priva de suelo, nos deja abandonados a nosotros mismos. Y siempre van a venir decepciones terribles, traiciones, fracasos. Corregirse con cada esperanza, dice Bloch, volver a esperar (y no desesperar) tras la decepción.
Falta algo. La falta nos pone en movimiento. Puede ser incluso que nos enamoremos del defecto del otro, de su imperfección, de ese detalle que nunca exhibiríamos en tinder. El término de la utopía es todavía, lo Todavía-No. Lo que está por descubrirse, en nosotros y en el mundo. El término del amor es Aún, lo que contra viento y marea aún palpita entre tú y yo.

Amador Fernández-Savater,

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