Abducció i pensament humà.








La esencia del argumento de Larson para negar que la inteligencia artificial (IA) sea inteligente es que las máquinas carecen de inteligencia general. Esa inteligencia integradora (g) solamente la poseen los humanos. Su idea es que las máquinas deducen e inducen, pero no abducen. Es esa abducción la que está detrás de nuestra inteligencia general. La inteligencia humana resuelve problemas, pero también ‘supone’ (abduce). La inteligencia general que usamos los humanos va más allá de lo que sucede dentro de nuestros cráneos, por muy relevante que eso sea. Esa inteligencia se ramifica a través del contexto en el que vivimos: “equiparar la mente humana con un ordenador no es una actitud científica, sino filosófica.”

Charles Sanders Pierce (1839-1914), el ídolo de Larson, se obsesionó con la abducción, facultad que los humanos usamos para unir puntos supuestamente inconexos, para generar hipótesis que puedan llegar a explicar hechos novedosos. Hacemos conjeturas, aunque no sabemos cómo. A Larson le parece terrible que apenas se conozca a Pierce: “¿qué fragmento de conocimiento resulta relevante en el pajar de mi memoria para aplicarlo al mundo dinámico y cambiante que me rodea? Las mentes inteligentes suman la comprensión a los datos, y pueden encontrar el sentido que lleve a apreciar los puntos flacos y las anormalidades. Los datos y su análisis son insuficientes. El análisis de datos es insatisfactorio para conocer la estructura causal del mundo real, esencial para la inteligencia.”

El famoso machine learning (aprendizaje automático) se basa en adquirir conocimiento a partir de la experiencia (inducción). Y es muy útil para desarrollar aplicaciones como el reconocimiento de imágenes o la clasificación de textos. Pero el mundo real es demasiado exigente para esos algoritmos. Un ejemplo dramático es la conducción automática de vehículos, que sigue fracasando miserablemente.

La abducción supone observar un hecho para llegar a reglas o hipótesis que sean capaces de explicarlo. Eso es lo que se conoce como sentido común: “la deducción demuestra que algo debe ser; la inducción demuestra que algo se encuentra en realidad operativo; la abducción apenas sugiere que algo podría ser.” El acto de imaginar requiere conjetura. Conocimiento y razonamiento están ligados. No podemos inferir lo que ignoramos. No podemos usar el conocimiento que poseemos sin capacidad para inferir. Las inferencias que hacen los humanos suelen ser suposiciones que consideran verosímiles, pero que no corresponden ni a deducciones ni a inducciones. Ignoramos cómo mecanizar nuestra experiencia.

Larson subraya algo que suele escapárseles a los enamorados del lenguaje humano: la comprensión del lenguaje natural se apoya en la inteligencia general. Es una consecuencia lógica de la naturaleza integradora de esa inteligencia. Es el factor que da sentido a todas las demás actividades mentales de los humanos.

Critica al programa Watson en los siguientes términos: “el éxito en un juego provoca la excitación del público, pero no representa ningún avance hacia la inteligencia artificial general.” Algo similar sucede con los programas de reconocimiento del lenguaje como Siri. Son decepcionantes porque no entienden absolutamente nada.

En la parte final de su ensayo, critica la idea de la mente colmena promovida, por ejemplo, por internet y las redes sociales. Se ríe de la sabiduría colectiva, aunque paginas atrás subrayó la relevancia del contacto entre mentes para eso de la inteligencia. Recurre al escrito inédito de Nobert Wiener Invention: The Care and Feeding of Ideas (1964) para insistir en el valor del individuo: “las ideas nuevas se conciben en el intelecto de los científicos individuales, y en especial tienden a originarse allí donde hay numerosos intelectos bien entrenados, y por encima de todo allí donde se valora el intelecto.”

También critica el modelo jerárquico de la inteligencia de Jeff Hawkins. Sostiene Larson que es un error pensar que nuestra inteligencia es simple. El paso de las computaciones neuronales a la mente es, por el contrario, todo menos simple.

Le resulta pasmoso que tengamos esperanza en que nuestro futuro será mejor al confiar en las máquinas: “las personas listas alteran el curso de las cosas; una de las maneras de hacer que el futuro resulte más predecible consiste en denigrar y eliminar cualquier valor que hayamos depositado en la inteligencia individual.”

A lo sumo, las máquinas pueden ser herramientas al servicio de los humanos. No es algo negativo, por supuesto. Al contrario. Pero el camino por el que se ha optado para desarrollar máquinas con inteligencia general está abocado al fracaso.

Roberto Colom, ¿Pueden pensar las máquinas?, robertocolom.wodpress.com 13/09/2024

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