Nietzsche des de Heidegger.




1- "Déu ha mort".

Para Heidegger, la afirmación de que “Dios ha muerto” sintetiza el destino de dos milenios de historia. Dios representa todos los ideales de la cultura occidental que la determinaban hasta el momento. “Significa que el mundo suprasensible ha perdido su fuerza efectiva. No procura vida”.[2] Nietzsche, para Heidegger, es un pensador esencial, es decir, un pensador que piensa el ente en su totalidad y cuyo pensamiento pone en juego el destino de un pueblo. En este caso, se podría decir que lo que pone en juego Nietzsche es el destino de todo occidente a través de un cambio en la filosofía que lo sostiene. Lo que Nietzsche piensa es el acabamiento de la época moderna, dice Heidegger.[3]

2-"Voluntat de poder".

No hay voluntad ni libre ni no libre, pues querer es “[…] someterse a la propia orden, es la resolución de ordenarse a sí mismo que en sí misma es ya su ejecución”,[5] dice Heidegger. Por lo tanto, lo querido y el que quiere están integrados en el querer. La voluntad es una continua autodeterminación o auto-resolución que, sin embargo, no tiene como meta la felicidad o el placer, sino que se presenta como el puro y simple ser asaltados por la fuerza de la voluntad.
“Una vez que se ha descubierto esta esencia, sólo se trata de descubrirla en todas partes para no volver a perderla”,[6] dice Heidegger. Es decir que la voluntad como “ser dueño de” no se presenta como algo que se pueda dominar o dirigir, sino, por el contrario, se trata de asumirla como una fuerza que nos sobreviene y nos hace ser y dirigirnos hacia las cosas. Es la voluntad de poder la que nos configura y configura nuestros afectos y no al revés. No podemos dirigir a voluntad a la propia voluntad. Ella nos lleva y nos conduce más allá de nosotros mismos. La voluntad de poder es “[…] el centro desde donde se determina todo ente”.[7]  Voluntad de poder es volver consistente el devenir en la presencia. Devenir y presenciar son pensados en la unidad del ser. Es decir que para pensar la voluntad sólo es necesario asumir la propia voluntad para que ella misma sea la que dirija el pensamiento. En otras palabras, sólo se puede volver dueño de sí y quererse a sí mismo cuando la voluntad se toma como voluntad de poder y sólo de este modo el pensamiento puede crecer por encima de sí mismo. Ya en ese nivel, el pensamiento se vuelve pensamiento de los pensamientos y es ahí donde, para Heidegger, se dan las decisiones supremas.
3-"Etern retorn".
El famoso llamado de Nietzsche hacia un “filosofar con el martillo” es interpretado por Heidegger como este pensamiento que se eleva más allá de la historia en el nivel del acontecer. Se trata, según Heidegger, de un preguntar constante que extrae de la piedra un contenido, una forma, a la manera de un escultor. No se trata de mera destrucción, sino de llegar hasta el peso más grave. Ese peso más grave será el pensamiento más grave también. El pensamiento que se haya y se desvela como el pensamiento de los pensamientos. Es un pensamiento que determina al ser del hombre y su verdad se refiere al ente en su totalidad. Por ello, este pensamiento acontece de una sola vez para determinar la perspectiva desde la cual se valorarán todas las cosas. Tal pensamiento es el del “eterno retorno”. El eterno retorno sería el martillo en la mano del hombre más poderoso, porque este hombre sería aquel que obedece a la voluntad; obedece a su propio querer no importando si ese ordenamiento de uno mismo requiere en determinados momentos mandar u obedecer. Lo que se busca es la propia superación. Cada superación es única por eso. El pensamiento del eterno retorno se vuelve entonces la nueva y única condición de volver la vida a sí misma; una vida que es a cada momento superada desde un acontecimiento único. Así, el eterno retorno siempre es el eterno retorno de lo mismo, pues es el de la decisión suprema que a cada momento se vuelve única. El eterno retorno finalmente es el único fundamento de la voluntad de poder. Es la posibilidad de la autoafirmación.
4- "Nihilisme".
... de lo que está hablando la frase de Nietzsche “Dios ha muerto”, es de un proceso fundamental en la historia occidental que nos lleva hacia el nihilismo. Nos lleva hacia la asunción de que no hay otra opción que aceptar el reto de ir hacia el ámbito de la decisión suprema. “La frase de Nietzsche «Dios ha muerto» y su concepto de nihilismo sólo se pueden pensar suficientemente a partir de la esencia de la voluntad de poder”.[11]  Así que el nombre de nihilismo conlleva una ambivalencia esencial, pues “designa por un lado a la mera desvalorización de los valores hasta ahora supremos, pero al mismo tiempo se refiere al movimiento incondicionado de reacción contra la desvalorización”.[12]El nihilismo perfecto o “nihilismo consumado” es la instauración de nuevos valores, pero no como una simple sustitución o reemplazo, sino como la posibilidad en sí de otro tipo de valoración. A esto a es a lo que Nietzsche llama “transvaloración de todos los valores”. Con ello la vida regresa a su esencia, pues finalmente es ella la que valora y la que tiene la posibilidad de poner en entredicho los valores y lo que vale. Solo lo que acrecienta la vida es un valor.
5- "Metafísica".
No podemos deshacernos de la metafísica porque ésta viene con la verdad del ente: metafísica es igual al olvido del ser. Es decir que la metafísica se presenta como una simple torsión del ser, se presenta tan solo en la distinción entre ser y ente. Cuando el hombre se vuelve voluntario de la voluntad de voluntad, el sujeto se convierte en el primer objeto del representar ontológico; se convierte en el Yo del ego cogito como punto de vista dispuesto por la voluntad de poder. Tal representar se asume como teoría del conocimiento; como observación y dominio de la entidad. “La voluntad de voluntad se impone como formas fundamentales de su aparecer el cálculo y la organización de todo, pero sólo para asegurarse a sí misma, de tal forma que pueda seguir de un modo incondicionado”.[15] Más que una superación de la metafísica, esto es una metafísica consumada. “La metafísica es, en su esencia, nihilismo”.[16] Y este nihilismo se manifiesta como dominio de la técnica y como rebelión de las masas.
6- "Tècnica".
La técnica en Heidegger, se podría decir, es la sustitución de Dios por un hacer infinito que se funda solamente en su propio emplazamiento. La técnica sale al paso como la organización de la carencia de fundamento. El nihilismo es siempre diferido por la técnica. Por ello la técnica es equivalente a la metafísica consumada. Es una forma de guardarle luto al Dios muerto. Así, la técnica moderna prevalece como una provocación constante. “En todas partes se solicita que algo esté inmediatamente en el emplazamiento y que esté para ser solicitado para otra solicitación”.[17] Lo que se solicita lo llamamos existencias, dice Heidegger. Las existencias son el modo de llenar esa provocación. Pero esa provocación no puede ser llenada porque el hombre, al colocarse él mismo como aquel que solicita, termina siendo él mismo solicitado por la voluntad. Se podría decir que la voluntad de poder, en Nietzsche, toma la forma de esta estructura de emplazamiento que Heidegger llama Gestell. De ahí que Heidegger diga que no podemos resignarnos a lo técnico ni tampoco esquivarlo; estamos encadenados a la técnica, tanto si la afirmamos como si la negamos. Más aún, si la consideramos como algo neutral, quedamos ciegos ante su esencia.
7- "Pensar".
En ¿A qué se llama pensar?, Heidegger dice: “[…] los filósofos son los pensadores. Se llaman así porque el pensar tiene lugar, de modo especial en la filosofía”,[26]pero interesarse en la filosofía no garantiza que pensamos, incluso podemos embaucarnos con la filosofía creyendo que pensamos sin que lo estemos haciendo. Y es que lo que hay que pensar siempre se sustrae. Hasta ahora no habitamos en la esencia del pensar, éste es siempre un lanzamiento hacia adelante, una promesa. Para pensar hay que aventarse a la corriente, como en el nadar, dice Heidegger. La corriente es el elemento en el que se mueve el nadar. Ahora, para pensar, si aún no estamos en el elemento en el que se mueve el pensar, hay que esperar a que éste nos interpele. Tal espera corresponde a un “[…] avizorar dentro de lo ya pensado, lo impensado, que se nos vela aún en lo ya pensado. Por medio de tal espera, pensando, estamos andando ya por el camino hacia lo que hay que pensar”.[27]
Mario Morales Domínguez, De Nietzsche a Heidegger o cómo asumir la tarea del pensar, Reflexiones marginales 
Notas
[1] Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, ed. cit., p. 161.
[2] Martin Heidegger, “La frase de Nietzsche «Dios ha muerto»,” en Caminos del bosque, ed. cit., p. 162.
[3] Martin Heidegger, Nietzsche. Tomo I, ed. cit., p. 386.
[4] Ibídem, p. 387.
[5] Ibídem, p. 49.
[6] Ibídem, pp. 48-49.
[7] Ibídem, p. 337.
[8] Ibídem, p. 360.
[9] Ibídem, p. 356.
[10] Heidegger, “La frase de Nietzsche «Dios ha muerto»,” en Caminos del bosque, ed. cit., p. 179.
[11] Ibídem, p. 173.
[12] Ibídem, p. 176.
[13] Ibídem, p. 177.
[14] Ibídem, p. 165.
[15] Heidegger, Nietzsche. Tomo I, ed. cit., p. 71.
[16] Heidegger, “La frase de Nietzsche «Dios ha muerto»,” en Caminos del bosque, ed. cit., p. 196.
[17] Martin Heidegger, “La pregunta por la técnica,” en Conferencias y artículos, ed. cit., p. 19.
[18] Ibídem, p. 10.
[19] Ibídem, p. 30.
[20] Martin Heidegger, Die Kehre, ed. cit., p. 13.
[21] Ibídem, p. 37.
[22] Heidegger, “La frase de Nietzsche «Dios ha muerto»,” en Caminos del bosque, ed. cit., p. 198.
[23] Ibídem, p. 197.
[24] Ibídem, p. 163.
[25] Nietzsche, op. cit., p. 254.
[26] Martin Heidegger, “¿A qué se llama pensar?” en Filosofía, ciencia y técnica, ed. cit., p. 255.
[27] Ibídem, p. 265.

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