Trump i la lluita entre Globalistes i Nacionalistes.


Jonathan Haidt (New York University), promotor de la “Universidad heterodoxa”, propone explicar el auge de Trump en términos de la contienda entre “Globalistas” y “Nacionalistas” –distinción que procede directamente del historiador Michael Lind.

El auge del nacionalismo en los países occidentales aparentemente contradice una tendencia secular que, seguida del desarrollo tecnológico y político de los últimos siglos, parece determinar el paso desde “valores tradicionales”, patrióticos, religiosos y de supervivencia colectiva hasta valores “secular-racionales”, de autoexpresión, emancipación individual y cosmopolitismo.

Contra los globalistas, los nacionalistas siguen considerando que el patriotismo es una virtud, y entienden que el deber de los ciudadanos de servir a su país es paralelo al deber de los gobiernos de proteger a su propia gente. Según Haidt se trata de “un verdadero compromiso moral, no una pose para encubrir un racismo fanático”. La gente no suele odiar a los demás simplemente porque tienen distintos colores de piel o diferentes formas de nariz, los sentimientos de desconfianza se despiertan más bien cuando se percibe en los otros una amenaza al orden de valores propio.

Haidt se basa en las ideas de Karen Stenner, autora de The authoritarian dynamic, un libro de 2005 en el que defiende que el autoritarismo como rasgo psicológico no es un rasgo estable. Se trata más bien de un rasgo latente que puede ser activado mediante determinadas “amenazas normativas” contra la integridad del orden moral: “Los autoritarios no son egoístas. Intentan proteger su grupo o sociedad”, un comentario consistente con planteamientos de los psicólogos evolucionistas (De Dreu, 2016), que subrayan que el comportamiento altruísta de los individuos pro-sociales en los grupos está motivado más por un aprecio (intuitivo) del propio grupo que por un odio hacia los de fuera.

De acuerdo con Haidt el resurgimiento del nacionalismo occidental obedece a una “amenaza normativa” que no ha sido moderada, sino estimulada por las decisiones recientes de las propias élites globalistas:
…cuando los globalistas proclaman “Abran las puertas. Es lo que conviene a la compasión. Si os oponéis sois racistas” ¿No estarían provocando la ira de gente por lo demás razonable? ¿No se estará provocando que sean más receptivos a argumentos, ideas y partidos políticos que oscilan hacia el lado antiliberal del nacionalismo, considerados un tabú sólo hace unos pocos años?


Haidt recomienda moderación y más tacto con los discrepantes –línea también subrayada por Lakoff– al fin y al cabo etiquetar constantemente como “racista” a la gente no es una de las mejores estrategias para reducir los prejuicios raciales, como demuestra la investigación empírica. A la vez que subraya el valor de defender y enseñar valores comunes, reconoce la necesidad de tener una vigilancia más cuidadosa hacia la medida en que la sociedad abre sus puertas a culturas capaces de despertar “amenazas normativas” que después explotarán los políticos nacionalistas.

Una actitud de reforma que se hace eco de palabras recientes de Donald Tusk, presidente del Consejo de Europa: “Obsesionados con la idea de una integración total e instantánea, no supimos darnos cuenta de que la gente común, los ciudadanos de Europa, no comparten nuestro Euro-entusiasmo”. El porvenir de proyectos que buscan maximizar la cooperación humana, como el europeo, acaso dependan de encontrar un balance más racional y ecuánime entre posiciones que ahora se deslizan peligrosamente hacia los extremos.

TC¿Cómo ha podido pasar? El ascenso de Trump desde la psicología moral, cultura 3.0 20/11/2016
http://www.terceracultura.net/tc/?p=8272/

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