La necessitat de construir una consciència d'espècie.





En la naturaleza hay tanto competición como cooperación (aunque estas últimas dinámicas tiendan a verse oscurecidas por la ideología dominante) Todos los mamíferos sociales hemos desarrollado elaboradas estrategias de cooperación. Nuestro problema hoy es que estas dinámicas cooperativas “naturales” lo son dentro de grupos cercanos (los “endogrupos” de los que hablan los sociólogos, diferenciándolos de los “exogrupos”): y hoy tendríamos que ser capaces de dar un salto cualitativo más allá de los grupos cercanos… “A la globalización de la economía tiene que corresponder una ética mundial basada en la conciencia de especie (…). Sólo que la conciencia de especie está aún por construir.”[1] En efecto, un concepto clave que el ecologismo elaboró desde los años setenta, y que recogieron Manuel Sacristán y colaboradores suyos como Paco Fernández Buey, es el de conciencia de especie. No se trata sólo de la milenaria aspiración político-moral a superar el tribalismo (aspiración que nos acompaña al menos desde la “Época Axial” que teorizó Karl Jaspers), sino de algo más, que tiene que ver con la peligrosidad de la tecnociencia y con la evolución hacia “una sola humanidad” en la Edad Moderna:

“Entiendo por conciencia de especie la configuración culturalmente elaborada de la pertenencia de todos y cada uno de los individuos humanos a la especie Homo sapiens y, por tanto, no sólo la respuesta natural reactiva de los miembros de la especie humana implicada en el hecho biológico de la evolución. En este sentido, se podría decir que la configuración de una conciencia de especie corresponde a la era nuclear –o mejor aún: de las ramas de destrucción masiva— y a la época de la crisis ecológica global y de las grandes migraciones intercontinentales, como la conciencia nacional correspondía a la época del colonialismo y la conciencia de clase a la época del capitalismo fabril.”[2]

Nos asomamos una y otra vez al colapso de la isla de Pascua o de los reinos mayas, buscando las lecciones que pudieran ayudarnos a evitar el colapso de las sociedades industriales petrodependientes –que vemos aproximarse rápidamente (desde 2005, la cantidad de petróleo crudo extraído de las profundidades de la Tierra permanece más o menos constante en unos 75 millones de barriles diarios, indicando la llegada del peak oil)[3]. El geofísico André Lebeau –ex director del Centre National d’ Études Spatiales (CNES) y presidente de la Société Météorologique de France–, en su libro L’engrenage de la technique, escribe: “Los seres humanos que habitaban la isla de Pascua tenían el mismo cerebro y el mismo genoma que los que pueblan el mundo occidental, desde la Beauce en Francia hasta el Medio Oeste estadounidense. El comportamiento genético más importante es la tendencia de nuestra especie a constituir grupos jerárquicos que se oponen unos a otros compitiendo por los recursos y el espacio” [4].

A la posibilidad de contrariar esta funesta tendencia hereditaria la llamamos, desde los años setenta del siglo XX, conciencia de especie. ¿Desarrollaremos conciencia de especie con la intensidad y la velocidad necesarias para evitar lo peor? Nuestra responsabilidad como seres humanos, tanto si la asumimos como si no, es la de seres capaces de autoconciencia y al mismo tiempo miembros de una especie que está transformando la biosfera en una escala nunca antes conocida, donde “todo está conectado con todo” y donde somos interdependientes y ecodependientes.

Jorge Riechmann, conciencia de especie, tratar de comprender, trtar de ayudar, 30/07/2013



[1] Francisco Fernández Buey, Ética y filosofía política, Edicions Bellaterra, Barcelona 2000, p. 114.
[2] Francisco Fernández Buey, Ética y filosofía política, Bellaterra, Barcelona 2000, p. 137-138.
[3] “Esto es un hecho: estamos en la meseta o plateau de la extracción de petróleo crudo, y en cualquier momento comenzará el declive, ya que desde los años ochenta se descubre menos petróleo del que se consume y esto tarde o temprano implicará que la producción comenzará a bajar. ¿Cuándo? Según ITPOES (think-tank de la industria británica) el declive comenzará hacia 2015. Se ha de destacar que el petróleo crudo no es todo el petróleo que se produce en el mundo, pero sí la mayor parte (unos 75 millones de barriles diarios -Mb/d). Hay otros 10 Mb/d que provienen de las arenas bituminosas, de los líquidos del gas natural y de los biocombustibles, pero no hay que dejarse engañar. En primer lugar, porque estamos hablando de petróleo sintetizado usando otras fuentes energéticas (típicamente gas natural), con las consecuentes pérdidas de energía durante la conversión. Como tampoco vamos sobrados de gas pero faltan aún 15 años para su cénit, estas fuentes alternativas de petróleo significan simplemente una estúpida huida hacia adelante, una manera de ocultar una cruda y dura realidad; pero es que además ya están casi al límite de su capacidad de producción y no podrán retardar por más tiempo el declive del petróleo. En segundo lugar, la capacidad calorífica de estos “petróleos” es sólo un 70% del original, así que en cierto modo estamos dando gato por libre…” Antonio Turiel, “Digamos alto y claro: esta crisis económica no acabará nunca”, entrada del 19 de junio de 2010 en su blog The Oil Crash (puede consultarse en http://crashoil.blogspot.com.es/2010/06/digamos-alto-y-claro-esta-crisis.html )
[4] André Lebeau, L’engrenage de la technique, essai sur une menace planétaire, Gallimard, París 2005, p. 240. El autor ha continuado su reflexión en Les horizons terrestres. Réflexions sur la survie de l’humanité, Gallimard, París 2011.

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