Tecnoautoritarisme, tecnolibertarisme, tecnocapitalisme ...




Parece haber triunfado la vieja idea de que la igualdad no solo no es posible, por antinatural, sino que ni siquiera es deseable, aunque ahora el darwinismo social lo lideran consejeros delegados y magnates tecnológicos que pretenden actuar de manera opaca, sin escrúpulos y con total impunidad. Una élite tecnocapitalista alineada con la neorreacción (NRx) y las tesis de la ilustración oscura popularizadas, entre otros, por Curtis Yarvin y Nick Land. Tesis que podrían sustanciarse, al menos, en un par de puntos claves.

Uno. Paleolibertarismo, para combinar el dogmatismo de mercado con posiciones reaccionarias e identitarias. O sea, profamilismo, pronatalismo y teoría del gran reemplazo. Una teoría según la cual solo hay que fomentar la reproducción de ciertas razas y/o clases sociales para evitar que sean “otros” (inferiores) los que nos acaben colonizando. El “paleolibertarismo” exige el socavamiento del Estado con la finalidad de fortalecer instituciones sociales más “amigables”, como las iglesias, las familias y las empresas, de manera que el Estado solo debe garantizar el orden (natural) que ofrecen las tradiciones y el mercado, recurriendo al uso de la fuerza si es preciso.

Dos. Aceleracionismo y jibarización del Estado. Menos gasto público y menos protección social. Se trata de eliminar la esperanza de que las cosas mejoren para que la supervivencia exija que a los “otros” les vaya peor. Cuando la idea de la nave tierra se sustituye por la del bote salvavidas, la ausencia de futuro y el nihilismo, solo cabe la solidaridad negativa, que no se construye para nosotros sino contra los demás. Normalmente, en estos casos siempre hay un ingrediente racista, de carácter emocional, que no necesita justificación.

Las emociones juegan aquí un papel tan relevante que son las únicas que dotan de credibilidad a la política. Por eso, lo que es verdad o mentira no genera ningún interés. Lo interesante son las emociones que despiertan. Todo el mundo sabe que los inmigrantes haitianos no roban mascotas en Springfield (Ohio) para comérselas… pero no importa. No importan ni las falsedades ni las contradicciones. Que Weidel viva en pareja con otra mujer, originaria de Sri Lanka, y con dos hijos en común, defienda la familia tradicional y rechace la inmigración, o que haya llegado a sostener que Hitler era comunista, aumenta las posibilidades para AfD. La cuestión es que cada uno crea lo que quiera creer.

Trump ha abierto las puertas de la Casa Blanca al ala más reaccionaria de Silicon Valley y su simple victoria sirve ya para generar dudas sobre el mismísimo sistema democrático. Hoy, las mayorías se debaten entre la democracia liberal y una tiranía autoritaria o aristocrática que les ofrezca protección. La neorreacción (NRx) apuesta por un mundo gobernado por grandes corporaciones con poder ilimitado. Rechaza el igualitarismo y las posiciones según las cuales caminamos hacia un horizonte de mayor libertad. Y considera que esa libertad es tendencialmente incompatible con un sistema democrático. De hecho, son los sistemas de vigilancia que planea Musk, por ejemplo, los que podrían proporcionarnos mayor seguridad.

Las tesis tecnolibertarias, lideradas por algunos de los reyes filósofos de la NRx, apuntan al binomio Trump-Musk como líderes de este tecnoautoritarismo y favorecen la concentración irrestricta de poder que, según ellos, se necesita para gobernar y prosperar.

María Eugenia Rodríguez Palop, La ilustración oscura llega a Europa, El País 15/01/2025

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