h o constant de Plank.





Imaginemos un cuerpo caliente en contacto con otro frío. Al rato acaban a la misma temperatura. Han intercambiado energía de manera gradual.


¿Le ocurrirá al calor, es decir, a la energía en esa forma, lo mismo que al espacio y al tiempo en relación con Aquiles y la tortuga, y el arquero y sus flechas de las aporías de Zenón de Elea? ¿Habrá un mínimo de energía tan indivisible de la materia como el átomo de Demócrito? ¿Fluirá a saltos y no de manera continua? Pensamos en el dinero. Por modesta que sea la cantidad o grande el capital intercambiado, ambos han de ser múltiplos de un mínimo, normalmente el céntimo de cualquier moneda, sean yuanes, euros, dólares, dírhams o lo que sea.


Planck demostró que existe ese mínimo energético y se lo llamó quantum. Su valor lo define una constante pequeñísima pero distinta de cero: h o constante de Planck. Ese detalle tan nimio nos lleva a lo que siempre nos ha parecido una simpática desmesura: el batir de alas de una mariposa en un lugar puede desencadenar una pavorosa tormenta en cualquier parte del mundo. La mariposa fue el quantum y las primeras grandes tormentas provocadas por su aleteo se desataron sobre Hiroshima y Nagasaki.


Planck ansiaba que su hallazgo se interpretara acorde con la física clásica y no iniciara una revolución, por eso, a su constante la denominó h de hilfe: con ella pedía ayuda a sus colegas. 


Manuel Lozano Leyva, Max Plank, el conservador revolucionario, El País 21/12/2014



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