La situació de la laïcitat.
La ley sobre la laicidad, aprobada en 1905, fue una expresión de modernidad legal que emanaba de la Revolución Francesa y ponía límites al catolicismo y a una Francia que los Papas habían considerado “la hija mayor de la Iglesia”. Era tan radical para la época que el país rompió relaciones con el Vaticano, que asistía asustado a la persecución de algunos curas por vestir sotana. Pero la realidad fue acomodando una norma que ayudó a articular los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, y terminó en el primer artículo de la Constitución en 1946. Como explica al teléfono el politólogo Patrick Weil, autor de De la laïcité en France (de la laicidad en Francia, sin edición en español), “la religión tiene dos dimensiones: una individual y una colectiva como organización, que pretende organizar la sociedad. Un Estado democrático liberal debe hacer respetar la libertad de los individuos. En realidad, esta ley permite conciliar esas dos dimensiones. El conflicto actual nace de la ignorancia”.
La ley bascula sobre sus dos primeros artículos. El primero protege el derecho a creer, a expresar la fe. El segundo mantiene que la religión y el Estado deben estar separados, y que existe también el derecho a no creer y a blasfemar: el artículo sobre el que siempre pivotaron publicaciones como Charlie Hebdo. De esa neutralidad del Estado, pero también de la protección de cada religión, surge la prohibición de mostrar signos religiosos en las escuelas —en las universidades es posible al ser los estudiantes mayores de edad— o por parte de funcionarios públicos. “En Francia el derecho al culto está extremadamente protegido”, subraya el escritor Frédéric Martel, autor de Sodoma, poder y escándalo en el Vaticano (Roca Editorial, 2019). “Durante la pandemia lo primero que se reabrió, antes que los colegios, fueron las iglesias, mezquitas y sinagogas”.
Canadá o Inglaterra, a diferencia de Francia, creen que permitir las expresiones religiosas en espacios públicos favorece la integración. Pero la neutralidad es el único velo que cubre la República, donde hay más de 6,8 millones de musulmanes, el 10% de la población (el islam es la religión que más crece y más se practica). Muchos países aplican una idea parecida, ya sea a través de leyes o en su constitución, aunque el nivel de aplicación varía.
Un grupo de filósofos, profesores y personajes de la sociedad civil liderados por Laurent Bouvet, viejo militante socialista, crearon en 2016 el movimiento de la Primavera Republicana. Este movimiento recibió el apoyo de un amplio sector del Partido Socialista, como el propio Manuel Valls, actualmente ministro de Ultramar, o su actual secretario general, Olivier Faure. Uno de los cofundadores es Gilles Clavreul, ex director Interministerial de la lucha contra el racismo y el antisemitismo, que considera que renunciar a la defensa de la laicidad es “una trampa mortal” para la izquierda. “Islamistas o decolonizadores encontraron cada vez más crédito en la izquierda. Y a la gente que formábamos parte de la Primavera Republicana nos parecía que lo que había estado en el corazón de la izquierda, como el universalismo, la igualdad… estaba borrándose a favor de una lectura comunitarista, decolonial, extraordinariamente crítica con grandes logros de la democracia como la libertad de expresión. Hoy estamos en un momento en el que todo cambia de sentido. La izquierda quiere regular internet y la derecha se pretende defensora de la libertad de expresión. Es el mundo al revés”.
...hay una izquierda en Francia que observa este viejo principio como una forma de opresión contra los musulmanes y ha dejado en manos de la derecha —como sucede en España con la Constitución— el patrimonio de esa idea fundacional. El filósofo Henri Peña-Ruiz cree que hay una gran amenaza a este principio, pero no es mayoritaria. “Decir que es una manera de estigmatizar a parte de la población es una tontería: es justo lo contrario”, ya que ha permitido acoger “a personas que vienen de tradiciones muy variadas, alejadas de las religiones dominantes, como islam, judaísmo o catolicismo”. En su opinión, “el problema procede de los islamistas, que buscan imponer su concepción de la religión”. Y añade que “una parte de la izquierda tiene una visión compasiva de los musulmanes, como si fueran pobres gentes a las que se persigue. Claro que hay racismo, y antisemitismo…, pero no de la mayoría de la población”.
El sociólogo e historiador de las religiones Jean Baubérot añade contexto al teléfono: “Lo que es una opresión es enfocar solo la laicidad respecto al islam y que la gente, generalmente a la derecha, tenga una posición muy diferente en este asunto respecto al catolicismo, como el ministro del Interior, Bruno Retailleau. Hay una izquierda que se moviliza contra eso, contra la desigualdad en la aplicación de ese laicismo. Prohibir el velo a las madres que van a buscar a sus hijos al colegio, como ha pedido Retailleau, va contra la laicidad. Los espacios que no representan al Estado son lugares de libertad de conciencia: el Consejo de Estado así lo dictamina. Y esa izquierda lucha contra la perversión del concepto de laicismo, que esconde una tendencia antimusulmana y que querría hacer del catolicismo otra vez la religión nacional”.
Una idea que comparte la diputada de La Francia Insumisa Farida Amrani. Musulmana y nacida en Marruecos hace 48 años, considera que “los valores de la laicidad consistían en subrayar que todos somos iguales para vivir juntos en paz; la religión debía estar en el círculo privado y el Estado tampoco podía interferir en las creencias de los individuos. La escuela laica, que hizo de mí lo que soy hoy, era eso. Pero desde los atentados, incluso algo antes, comenzó una desviación de este principio. Hoy es un instrumento de islamofobia. Para ellos, cuando se habla de laicidad es simplemente para estigmatizar a los musulmanes. A nadie más se le aplica con esa severidad”. Pero la teoría de la islamofobia no es un dogma compartido por todos los políticos musulmanes. Karim Bouamrane, alcalde socialista de Saint-Ouen, una de las banlieues parisienses, defiende en conversación telefónica una visión más matizada. “Se confunde mucho la laicidad con la islamofobia. Y eso comenzó a ocurrir en los atentados de 2001 en Nueva York. El Frente Nacional consideró que era una ocasión de encontrar un chivo expiatorio. Y la consecuencia de eso, en lugar de poner por delante la República unida e indivisible, fue el intento de separar a la gente en función de su pertenencia religiosa. Los primeros fueron los musulmanes, tal y como los judíos lo habían sido antes”. En su opinión, eso produjo “un cierre de filas identitario” y “un miedo al principio de la laicidad”.
El resultado es un amargo cóctel de dudas, desconfianza y un rencor que escuece como la sal en la herida abierta hace 10 años en Francia. Martel lo resume de esta forma: “Para muchos musulmanes es difícil entender la laicidad. A diferencia del secularismo, que es muy claro, es más compleja. Muchos se preguntan por qué se prohíben discursos homófobos o contra las mujeres. Por qué te castigan si eres antisemita pero, en cambio, te autorizan a criticar al Profeta y a burlarte de él. La gente de los barrios no lo entiende. Hay directores que explican que algunos alumnos les preguntan por qué se hace un homenaje a Samuel Paty y no a las víctimas de Gaza. Y es muy difícil de explicar. La respuesta, claro, es que Gaza no es Francia. Pero se crea un movimiento de hostilidad y de agravio comparativo difícil de gestionar”.
Daniel Verdú, Francia: crisis de fe en la laicidad diez años después del atentado de 'Charlie Hebdo', El País 19/01/2025
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