La pregunta fonamental.





¿Se puede demostrar la existencia de Dios? ... no podemos demostrar que Dios no existe, igual que no podemos demostrar que no ha existido nunca un centauro.

Detrás de estas inquietudes hay una pregunta muy poderosa. Se trata de lo que Heidegger llamaba "la pregunta fundamental" en su Introducción a la metafísica. Una pregunta a la que Leibniz quería responder en sus Principios de la naturaleza y la gracia fundados en razón (1714): ¿por qué hay algo en lugar de nada? ¿De dónde salen el universo, nuestra galaxia, nuestro planeta, mi casa y esta camisa que no recuerdo haber comprado? ¿No sería más fácil que no hubiera nada, "pues la nada es más simple y más fácil que algo", como escribía Leibniz? O quizás no: como respondía el filósofo estadounidense Sidney Morgenbesser a quienes le hacían esta pregunta, “si no hubiera nada, aún os seguiríais quejando”.

‌Repasemos algunas de las respuestas que se han dado, o intentado dar, al origen del universo. (En este texto, por cierto, recupero gran parte del contenido de este artículo de hace unos años).

‌1. Dios lo hizo todo. Para Leibniz, la respuesta era Dios, pero hoy en día las explicaciones que recurren a divinidades se acogen con sospecha. Pero eso no quiere decir que no haya pensadores que crean que una divinidad lo explica todo: John Leslie y Robert Lawrence Kuhn citan en su libro The Mystery of Existence (El misterio de la existencia) a filósofos contemporáneos como Alvin Platinga y Richard Swinburne, por ejemplo.

Uno de los argumentos a los que se suele recurrir para defender la existencia de Dios (o de un dios) es el del “ajuste fino” (fine tuning) del universo. Según esta idea, las leyes físicas están tan bien calibradas que cambios muy pequeños harían imposible que surgiera la vida, lo que da a entender que esas leyes se crearon para nosotros.

‌Esta teoría se encuentra con algunas objeciones:

‌- El hecho de que algo tenga pocas probabilidades de suceder no quiere decir que no se pueda explicar por leyes naturales. Es muy difícil que me toque la lotería, pero no es un milagro. Es decir, no se trata que alguien haya "fabricado" estas leyes para que nosotros podamos existir, sino que nosotros existimos porque estas son las leyes que hay.

‌- Del mismo modo que hay sorteos de lotería cada semana, también podría haber más universos. Hay cosmólogos que proponen esta posibilidad, basándose en la teoría de cuerdas o en la cosmología de los agujeros negros, por ejemplo. En filosofía, hay que mencionar el realismo modal de David Lewis, que sugiere que todos los mundos posibles existen. Es decir, si hay muchos universos, no sería tan raro que en al menos uno de ellos haya vida. A alguien le tiene que tocar.

‌- El universo que tiene 13.700 millones de años y su parte observable tiene un diámetro de más de 90.000 millones de años luz. Entonces, ¿por qué es importante lo que ha ocurrido (que se sepa) en un solo planeta? ¿No es posible que la vida no sea más que una excepción poco importante? Es más, incluso aunque haya un solo universo, hay millones y millones de sorteos diferentes en cada planeta y, de nuevo, a alguien le tiene que tocar.

‌- Con otras leyes físicas también podría haber surgido vida, aunque quizás no humana y quizás no en la Tierra.


2. Vivimos en un mundo mediocre y normalito. Hay multitud de posibilidades cósmicas, como escribía el filósofo Derek Parfit en su ensayo ¿Por qué hay algo? ¿Por qué esto?, publicado en 1998. Podría existir un solo universo, o ninguno, o infinitos.

‌En su opinión, la posibilidad más sencilla sería que no hubiera ningún universo. Siguiendo a Leibniz, la nada no requiere explicaciones. Pero es obvio que hay algo; en caso contrario, Parfit lo habría tenido muy difícil para encontrar una revista que publicara su artículo.

‌La segunda posibilidad que requiere menos explicaciones es que existan todos los mundos posibles. Hay que buscar razones muy concretas si solo existe un universo o si hay exactamente 58, pero si existen todos los lógicamente posibles, tampoco hay mucho que justificar.

‌Sin embargo, para Parfit lo más probable es que nuestro universo sea uno de los posibles que se puede regir por leyes relativamente simples, y que estas leyes permitan también la vida.

‌No vivimos en el mejor de los mundos, como defendía Leibniz (que quería preservar nuestra libertad y el plan de Dios), sino que vivimos en el mundo más normalito que se puede concebir. Esto es lo que hay y el universo es como es porque es como puede ser.

3. La ciencia no tiene, pero tendrá, la respuesta. Es verdad que la ciencia de momento se queda corta y deja espacio a la intervención divina, con preguntas sin responder como “¿qué había algo antes del Big Bang, suponiendo que pudiera haber algo porque no había ni tiempo?” o “¿por qué estas leyes físicas y no otras?”. Pero muchos científicos, como el biólogo Richard Dawkins, confían en que la ciencia podrá no solo explicar cómo es el mundo, sino también por qué.

Una de las teorías candidatas para aclarar cómo se pasó de la nada al Big Bang es la de la fluctuación cuántica, que apunta que el vacío es inestable y permite la formación de pequeñas burbujas de espacio-tiempo que se forman de manera espontánea.

‌Aun así y como explica el físico Steven Weinberg (en Why Does The World Exist, de Jim Holt), una respuesta de este tipo no soluciona el problema: las leyes de la naturaleza pueden determinar que debe existir algo y que la nada no es posible. Pero quedaría por explicar por qué estas leyes son así y no de cualquier otra forma.

‌4. Somos un experimento. Hay un episodio de Los Simpson en el que Lisa funda sin querer una civilización en un diente que se le ha caído y que deja en un cuenco con Buzz Cola. A lo mejor nuestro universo es algo parecido.

‌El físico de la Universidad de Stanford Andrei Linde explica en el libro de Holt que no hace falta mucho para crear un universo en un laboratorio: “Una cienmilésima de gramo de materia” bastaría para crear un pequeño vacío que diera lugar miles de millones de galaxias. Esta teoría de la inflación cósmica no solo podría explicar la expansión del universo, sino que apuntaría a la posibilidad de crear un cosmos en el laboratorio. “No podemos descartar que nuestro propio universo haya sido creado por alguien de otro universo”.

‌Por otro lado, está la teoría de que vivimos una simulación de realidad virtual, como sugiere el filósofo Nick Bostrom en un artículo publicado en 2003. Como ya vimos hace unas semanas, su argumento se basa en dos premisas:

  1. ‌La conciencia podría llegar a simularse por ordenador.
  2. Alguna civilización futura podría tener acceso a una cantidad ingente de poder computacional.

‌Esta civilización podría programar simulaciones de millones de mundos enteros. Y, si es así, habría muchos más universos simulados que reales, por lo que sería más probable que viviéramos en una simulación que en un mundo real.

‌Esto tampoco acaba de responder a la pregunta de por qué hay algo en lugar de nada: supongamos que vivimos una simulación creada por un estudiante de instituto para su trabajo de fin de curso; eso explicaría nuestro universo, pero no el universo del estudiante.


5. Nosotros lo hicimos. Esta teoría me encanta. No explicaría por qué hay un universo, pero sí por qué no es tan extraño que nosotros estamos en él. El físico Paul Davies parte de la física cuántica, según la cual la observación de partículas cambia los resultados. Esto podría afectar a los resultados del pasado, si se retrasa esta observación.

‌La hipótesis de Davies, recogida en el libro de Leslie y Kuhn, es que la observación que hacemos en la actualidad podría modificar las leyes físicas de los primeros instantes del universo. Es decir, la existencia de observadores (nosotros) puede provocar que surjan las circunstancias necesarias para la vida en el pasado. “Esto ofende nuestro sentido común acerca de nuestra visión del mundo, pero no hay nada que prohíba las relaciones causales en ambos sentidos del tiempo”, asegura Davies, que detalla algo más la relación entre conciencia y universo en esta entrevista.

6. El problema no tiene sentido. Ludwig Wittgenstein escribía en el Tractatus Logico-Philosophicus que “lo místico no es cómo es el mundo, sino que el mundo sea”. Pero apenas unas líneas más abajo el filósofo concluía que “el enigma no existe”. Para el Wittgenstein del Tractatus, esta cuestión no es más que un pseudoproblema: hablar de por qué hay algo en lugar de nada no tiene sentido, es algo que excede los límites de nuestro lenguaje.

‌No es el único que cree innecesario debatir la existencia de las cosas. Henri Bergson consideraba que la idea de la nada absoluta era absurda: “No tiene más significado que un círculo cuadrado”. Se trata de “una pseudoidea, un espejismo conjurado por nuestra imaginación”.

‌El filósofo Adolf Grünbaum (1923-2018) también opinaba que estamos ante un falso problema. Ni siquiera tiene sentido hablar de lo que pasó antes del Big Bang ya que entonces no había tiempo. Es como preguntar qué hay al norte del Polo Norte. El cosmos, simplemente, es. Como apuntaba Bertrand Russell, “diría que el universo simplemente está ahí, y eso es todo”.

‌Pero esto tampoco nos convence. De hecho, difícilmente nos convencerá ninguna respuesta. Siempre buscaremos un resquicio para preguntarnos si puede haber otra explicación más completa que, por ejemplo, esa "fluctuación cuántica", que suena un poco a "porque sí" y nos lleva a preguntarnos por qué hay fluctuaciones, cuánticas o no. Como escribía Jesús Zamora Bonilla en su blog, siempre necesitamos explicaciones para nuestras explicaciones: "Una consecuencia inmediata de este hecho trivial es que nunca será posible explicarlo todo".

‌Lo que no va a evitar que lo sigamos intentando.

Jaime Rubio Hancock, ¿Por qué hay algo en vez de nada?, Filosofía inútil 13/12/2023

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