Què és el jo? (Derek A. Denton)








La cuestión del “yo” puede verse como el ser consciente de la propia existencia. Ciertamente, el gran neurofisiólogo inglés J. Z. Young propuso que sería mejor reemplazar la afirmación de Descartes “pienso, luego existo” por “sé que estoy vivo”. Bertrand Russell hace notar que la fórmula “pienso, luego existo” no es muy sólida. Hay una idea oculta de que pensar es un proceso autoconsciente. Si no, podría tambien decirse “ando, luego existo”.

En busca de una medida operativa de la autoconsciencia, Gordon Gallup recurrió a experimentos con espejos y chimpancés. Mostró la capacidad de los chimpancés de reconocerse en un espejo. En principio, uno no puede examinar partes visualmente inaccesibles de su propio cuerpo (por ejemplo el interior de la boca, axilas y genitales) con ayuda de un espejo a menos que uno sepa quién es. Los chimpancés que se miraban en un espejo se llevaban el dedo a una marca roja que se les había pintado subrepticiamente sobre una ceja bajo anestesia. No llevaban el dedo a la marca roja de su imagen en el espejo.

Junto con Ann Kitchen y Linda Brent yo elaboré esto mostrando a chimpancés su imagen en un espejo deformante “de circo”, que los mostraba muy gordos o muy delgados y altos. Esto era completamente diferente de cualquier chimpancé o cualquier reflejo de sí mismos que hubiesen visto nunca. Aunque parecieron sorprendidos brevemente al principio, empezaron a moverse de lado a lado mientras miraban hacer lo mismo a su reflejo. Esto estableció experimentalmente que el movimiento de la imagen en el espejo era simultáneo al propio movimiento voluntario del chimpancé. ¡Esto pareció convencer al chimpance de que "soy yo"... y rápidamente perdía el interés. Si seguimos bajando por el árbol filogenético, ¿hasta dónde llega la autoconsciencia? En el mismo libro “Las emociones primordiales” refiero cómo el profesor Michael McKinley describe a un zorro cuya pata delantera estaba atrapada en un cepo. La pobre criatura, tras intentar maniobras para soltarse, se pone a roerse la pata sobre las mandíbulas de la trampa, y así acaba liberándose. Tal como yo lo veo el animal tiene un objetivo, un plan para escapar. Parece darse cuenta de que está capturado y de que la única salida es arrancarse la pata, lo que ha de ser enormemente doloroso. Esto es: al escapar, presumiblemente se da cuenta de que él, él mismo, está inmovilizado, y de que escapar requiere roerse la pata cualquiera que sea el dolor que venga de su propio cuerpo.

Bajando mucho más por el árbol filogenético, se puede reflexionar sobre la idea de que el dolor se define como sufrimiento consciente. Esto es distinto de la nocicepción, en la que, en caso de daño o trauma corporal, receptores específicos transmiten de forma refleja impulsos nerviosos para producir una retirada. Si consideramos un pez, como una trucha, tiene vías nerviosas (las vías espinotalámicas) como los vertebrados superiores. Cuando queda enganchada en la mosca o la cucharilla de un pescador, salta fuera del agua y sacude la cabeza, soltándose a veces del anzuelo y escapando. Tal vez esto es una reacción refleja al dolor y la sujeción, pero parece improbable que la maniobra de sacudir la cabeza sea resultado de la selección natural de un mecanismo de escape, ya que la pesca y los anzuelos son muy recientes para los peces. Sin embargo es posible que el pez desarrollase una conducta de sacudir la cabeza al capturar una presa. Es tal vez un conjetura plausible que el pez experimenta una restricción de sus intenciones y, como tal, se da cuenta de que algo sujeto a él y doloroso le está conteniendo. Se esfuerza por librarse del impedimento a su intención de ir en otra dirección, a donde esté su lugar de ocultación habitual.

Laith Al-Shawaf, entrevista a Derek A. DentonEl despertar de la conciencia, La nueva ilustración evolucionista 14/09/2009

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