La filosofia i el temps.



El dulce veneno de la filosofía no debería dejarse hipnotizar por sus propios sueños. La gnosis revolucionaria, el espíritu de la utopía o el principio de esperanza siempre mostraron cierta impaciencia con el presente. Somos incapaces del aquí y el ahora, y esa carencia está siendo suplantada por un sinfín de distracciones. Desafortunadamente, la deconstrucción masiva dio paso a la razón cínica, que comulga bien con los tiempos. Derrida acertó al señalar que todos, en mayor o menor medida, somos quijotes y estamos “habitados” por textos. El problema ahora es que esos textos son altamente fugaces y caducos (un vídeo de dos minutos, una opinión en 280 caracteres).
Castoriadis anticipó el escenario: “El poscapitalismo ha logrado fabricar al individuo que le ‘corresponde’, uno perpetuamente distraído y pasando rápidamente de un goce a otro, sin memoria ni proyecto, listo para responder a todos los requerimientos de una maquinaria económica que destruye la biosfera y se concentra en la producción de ilusiones denominadas mercancías”. Quizá la filosofía podría abrir una tercera vía, recuperando la jovialidad desplazada por la crítica. Una filosofía del deseo irónico y la simpatía, que reclame cierto distanciamiento escéptico respecto a lo que uno sueña, pero también respecto a los sueños de los grandes señores. Que enseñe a vivir más despacio y con mayor simpatía. No es pedir demasiado.
Juan Arnau, El sueño del emperador, El País 28/12/2018

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

"¡¡¡Tilonorrinco!!! ¡¡¡Espiditrompa!!!"