La democràcia i l'impossible.














En el año 508 aC sucedió algo imposible. A partir de la reforma de Clístenes, nace la primera democracia. En Atenas, la ciudad más poblada de Grecia. Su asamblea, su Ekklesia, llegó a tener 60.000 integrantes. O más. En otras ciudades que, posteriormente, copiaron el modelo ateniense, las asambleas no pasaban de los 1000 integrantes. La ciudadanía ateniense se reunía en la Pnyx, una explanada en el centro de la ciudad. Al principio, poco, en verano. No es necesario más. Luego, una vez al mes. En los momentos álgidos o problemáticos, casi 50 veces en un año. Aún existe esa explanada. Puedes ver en ella una atalaya excavada en la roca, para los oradores. Es, francamente, emocionante. Cualquiera podía ser orador. A través de la figura del Ho boulomenos –'cualquier persona que lo desee'–, cualquier persona que lo deseara podía tomar la palabra, proponer leyes, proponer juicios. A la entrada de la Pnyx había una pequeña máquina esculpida en la roca. En ella se depositaban piezas de cerámica con los nombres de toda la ciudadanía. Una vez extraído un resorte, algunas fichas caían, por azar, hasta una casilla, en la que se señalaba qué cargo público ocuparía cada ciudadano.

Guillem Martínez, Sobre lo imposible, ctxt 04/03/2018

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