La navalla suïssa intel·lectual.

Una de las principales y quizá más importantes características del cerebro humano es esa incomodidad, esa especie de ‘picor’ metafísico que sufre cuando desconocemos la explicación a un fenómeno observado. Esa inquietud que nos lleva a perseverar en buscar explicaciones y que nos recompensa con un instante de placer, un destello de gozo y bienestar cuando descubrimos la solución a un problema o la explicación a un enigma: la razón de que los humanos consideremos los rompecabezas, puzzles y todo tipo de juegos de adivinanzas como algo agradable en lugar de como una maldición. A nuestra mente le gusta descubrir cosas, y esto hace que tengamos un irresistible impulso curioso que nos mueve a buscar y a preguntar.
Aunque como casi todas las características que podemos considerar ‘naturales’ esta tendencia irreprimible a la curiosidad también puede provocar efectos paradójicos que nos lleven justo en la dirección contraria a la que queremos llevar. La naturaleza y nuestros impulsos morales muchas veces no tienen un encaje sencillo, y si nuestra querencia por ese momento ‘ahá’ del descubrimiento y la comprensión nos puede llevar a practicar la ciencia y a buscar el conocimiento también nos puede empujar a una de las tentaciones intelectuales más comodonas y cobardes, como es la explicación única: inventar una teoría o concepto que, como una navaja suiza intelectual, sirve para explicarlo TODO.
José Cervera, La tentación de la explicación única, Cuaderno de Cultura Científica 01/03/2018

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