Claude Lefort: totalitarisme i protecció del cos social.

Claude Lefort
(1924-2010)
¿Por qué el totalitarismo es un acontecimiento mayor de nuestro tiempo? ¿ Por qué nos apremia a sondear la naturaleza de las sociedades modernas? En el fundamento del totalitarismo se localiza la representación del pueblo-Uno. Comprendamos que se niega que la división sea constitutiva de la sociedad. En el mundo llamado socialista sólo podría haber división entre el pueblo y sus enemigos: una división entre el interior y el exterior y no una división interna. Después de la revolución, el Socialismo no sólo es considerado como llamado a preparar el advenimiento de una sociedad sin clases: debe ya hacer manifiesta esta sociedad que contiene el principio de una homogeneidad y de una transparencia en sí. La paradoja es la siguiente: la división es negada -digo bien: negada, puesto que una nueva capa dominante se distingue activamente, puesto que un aparato de Estado se distingue de la sociedad- y, en la medida de esta negación, se ve fantásticamente afirmada una división entre el pueblo-Uno y el Otro. Este Otro es el otro del afuera. Expresión que hay que tomar al pie de la letra: el Otro es el representante de las fuerzas procedentes de la antigua sociedad (kulaks , burguesía) y es el emisario del extranjero, del mundo imperialista. Dos representaciones que, por otra parte, se conjugan, pues siempre es imaginado que los representantes de la antigua sociedad están ligados a estos centros extranjeros. Comprendemos, así, que la constitución del pueblo-Uno exige la producción incesante de enemigos. No sólo es necesario convertir fantásticamente adversarios reales del régimen y opositores reales en figuras del Otro maléfico; hay que inventarlas. Pero no nos detengamos sólo en esta interpretación. Las campañas de exclusión, de persecución, el terror durante toda una época, ponen de manifiesto una imagen nueva del cuerpo social. El enemigo del pueblo es considerado como un parásito o residuo que hay que eliminar. Los documentos reunidos por Solyenitzin, algunos de ellos, por otra parte, conocidos desde hace mucho tiempo, son al respecto sumamente instructivos. La persecución de los enemigos del pueblo se ejerce en nombre de un ideal de profilaxis social, y esto desde tiempos de Lenin. Lo que está en cuestión es siempre la integridad del cuerpo. Todo ocurre como si el cuerpo debiese asegurarse de su propia identidad, expulsando sus residuos o bien como si debiese cerrarse sobre sí mismo sustrayéndose al exterior, conjurando la amenaza de una fractura que hace pesar sobre él la intrusión de elementos extranjeros. Nada de fracasos, pues, en el funcionamiento de las instituciones, que no dan muestra de un relajamiento en la vigilancia de los mecanismos de eliminación, o que no dan indicios de un ataque de agentes perturbadores. La campaña contra el enemigo es afiebrada; la fiebre es buena; es la señal, en la sociedad, del mal que hay que combatir.

Claude Lefort, La imagen del cuerpo y el totalitarismo, Letras Libres, marzo 1983
http://www.letraslibres.com/index.php?sec=22&autor=Claude%20Lefort

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