Listat de dispositius cognituis (II)






Glitch: se dice de un error de programación que se expresa en un videojuego pero que no afecta a ningún aspecto importante de éste, de modo que puede entenderse no como un fallo, sino más bien como una característica no prevista. Me resulta muy poético pensar que lo que realmente nos gusta de las otras personas no son sus perfecciones, sus virtudes programadas en su código fuente; quizá nos gustan más sus glitchs, sus defectos no letales, sus defectos que incluso configuran otras partes virtuosas de su forma de ser. Por ejemplo, recuerdo a una antigua alumna que tenía una nariz muy aguileña con una leve giba. Objetivamente, extirpando esa nariz de su cara y observándola, era una nariz muy fea. Sin embargo, en su cara, en su cuerpo, en la totalidad que era ser ella, esa nariz no era nada fea. De hecho, la chica era muy atractiva. Años después, cuando volví a verla casi no la reconocí. Se había operado. Ahora su nariz, extirpada de su cara y de la totalidad que era ser ella, era más bonita. Sin embargo, su nueva nariz puesta en su contexto había empobrecido el conjunto. Ya no era ella, ya se parecía más a muchas otras. Así que cuidado con avergonzarse de vuestros glitchs, porque seguro que molan o, como mínimo, son una parte importante de vuestra identidad.

Huevo de Pascua: otro término informático. Y es que me gusta cómo la informática crea una jerga que luego pueda extrapolarse a la literatura o a la filosofía. Un huevo de Pascua es cuando los programadores dejan un mensaje oculto en su programa, muchas veces como forma de dejar una huella personal, una especie de firma. La verdad es que me parece muy curioso lo poco reconocidos que están los programadores. Pasa casi lo mismo que con los guionistas de cine. Bien, el caso es que me gusta compararlo con el argumento de las analogías de Tomás de Aquino: si Dios ha creado el mundo, dejará huellas de su ser en su creación, por lo que a través del conocimiento del mundo podremos conocer indirectamente a Dios. Dicho de otro modo: Dios deja huevos de Pascua en el universo. Desgraciadamente yo no he encontrado ninguno.

Inversión: una buena forma de reinterpretar o repensar algo consiste en cambiar el orden de las cosas, en invertir lo que hay. Por ejemplo, la famosa teoría de James-Lange sobre la emoción se explica muy bien mediante la frase: «No lloramos porque estamos tristes sino que estamos tristes porque lloramos». Cambiar el orden temporal o causal de los acontecimientos de cualquier suceso e indagar si podría ser así, no solo puede ser una estrategia para descubrir algo interesante, sino un juego literario muy fructífero. Pensemos en la película basada en el libro de Scott Fitzgerald El curioso caso de Benjamin Button. Sencillamente se invierte el orden de desarrollo de una vida: naces viejo y mueres bebé ¿Y si cambiamos los héroes por los villanos? Ahí tenemos la salvaje serie The Boys de Eric Kripke. De esta forma se hace en el género de la ucronía: ¿Qué pasaría si los nazis y los japoneses hubiesen vencido? El hombre en el castillo de Dick ¿Y si la invencible hubiera ganado? Britania conquistada de Harry Turtledove.

Descontextualización: igual que la inversión pero con el espacio, con el ecosistema del objeto en cuestión. Pon un torero sevillano en un submarino ruso en plena Guerra Fría, una choni de los arrabales de Madrid en la estación espacial internacional, usa la etnografía que Malinowski utilizó con los trobriandeses para estudiar a los miembros de tu familia, utiliza la teoría de juegos para estudiar la evolución biológica como hizo Maynard Smith, usa la geología para estudiar un aspecto de la sociedad… ¡Es un método ideal para ponerlo todo patas arriba y descubrir cosas! ¡Es la clave de la creatividad!

Posible adyacente: creo que el primero en utilizar estar idea fue mi querido Stuart Kauffman. Consiste en pensar en el abanico de posibilidades reales inmediatas, adyacentes, que ofrece cualquier cosa. Con esto explicamos muy bien la evolución tanto de la biología (a donde Kauffman lo aplica) como de la tecnología, y también podemos aplicarlo en nuestra vida. Me explico: es imposible que en el Paleolítico se inventara el ferrocarril, porque para llegar al ferrocarril hace falta pasar por muchos tramos intermedios. Primero tuvieron que descubrir la rueda, los metales, la máquina de vapor, etc., etc. Solo recorriendo estos hitos se puede llegar al objetivo final. En nuestra vida muchas veces nos fijamos objetivos y luego nos sentimos frustrados por no conseguirlos. Mucha gente quiere ser rica y famosa (eso en un posible remoto), y cuándo les preguntas qué hacen para conseguirlo, o no hacen absolutamente nada (lo cual es más común de lo que uno pensaría), o tienen planes difusos, poco realistas, que no se concretan en acciones plausibles o realidades manejables. Una solución es pensar en tu posible adyacente: ahora mismo, yo, en este preciso instante del espacio-tiempo que puedo hacer, por muy humilde que sea, en pro de conseguir mis objetivos: ¿de qué abanico de posibles adyacentes dispongo ahora?

Sistema: esto me lo enseñó Mario Bunge. Si quieres analizar cualquier elemento de la sociedad utiliza una ontología de sistemas, es decir, ni pienses en entidades individuales (átomos) ni pienses en la sociedad en su conjunto (holismo), sino que piensa en sistemas: toda cosa o es un sistema o es un elemento de un sistema. Luego, esos elementos se pueden relacionar entre ellos o con otros sistemas o elementos de otros sistemas. Así, por ejemplo, el sistema educativo está compuesto de muchos elementos (alumnos, profesores, padres de alumnos, colegios, institutos, universidades, pizarras, pupitres, exámenes, etc.) que a su vez se relacionan entre sí (el padre del alumno le regaña por suspender el examen), o con otros sistemas (El sistema sanitario alertó de una epidemia y los colegios se cerraron). Pensar mediante sistemas creo que tiene dos virtudes principales: una es que no tienes ningún compromiso ontológico (existen sistemas, luego si estos son materiales, mentales, espirituales, etc. es otro problema que no tienes por qué tratar) y otra es que te da la clave para entender algo crucial de la realidad: la mayoría de lo que ocurre no tiene solo una causa, sino muchas (el sistema educativo no falla solo porque los alumnos no estudian, sino que hay causas de muy diverso tipo que influyen en ello), y las soluciones a los problemas no deben llegar solo desde un lugar (solucionar los problemas del sistema educativo no va a ser solo cuestión de que los profes sean más exigentes o de que los padres sean más estrictos, sino de muchos más elementos en juego). Pensar desde la teoría de sistemas te hace entender la complejidad de todo, y ver que cualquier estrategia reduccionista, termina siendo una burda simplificación, cuando no un error grosero.

Coste de oportunidad: el clásico concepto de economía: son los beneficios que nos hubiese reportado escoger la opción que no escogimos, es decir, lo que podríamos haber ganado haciendo las cosas de otra manera. Psicológicamente es una idea terrible, ya que una de las razones de nuestro tormento cotidiano surge siempre de pensar en esos famosos «y si…», más sabiendo que sólo tenemos una vida y que lo que hemos hecho en ella, hecho está. El error cometido queda petrificado en el pasado sin que pueda modificarse. Pero, pensemos en subirla de nivel: no solo es lo que perdiste por no elegir una opción concreta, sino lo que has perdido por no poderlas elegir todas. Esto podría llamarse hipercoste de oportunidad. Apliquémoslo a nuestra vida: yo sólo he escogido un camino de los infinitos que se me han propuesto. He elegido ser profesor, pero no futbolista, actor, artista, fontanero… Conforme mi vida pasa, los caminos se van cerrando. Soy profesor y, a lo mejor puedo cambiar y ser otra cosa, pero ya sé que nunca jugaré en el Real Madrid ni en los Boston Celtics, que ya no ganaré un Óscar o que no me ganaré la vida arreglando motores de camión. Cada elección consiste en cerrar el enorme abanico de la posibilidad escogiendo solo una opción. Dios ha sido muy cruel aquí ¿No nos podrían haber dejado elegir dos o tres? ¿No sería maravilloso vivir tres vidas paralelas? Poder saltar de una a otra en cualquier momento. Estoy aburrido de dar clase, voy a ver cómo va mi vida como frutero… Estaría bien una vida casado y con hijos, otra soltero en constante viaje, y otra dado al poliamor… ¡Solo pido reducir un poquito el hipercoste de oportunidad! Si las opciones son infinitas, pedir tres oportunidades no es nada.

Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, Herramientas cognitivas II, La máquina de von Neumann 17/03/2023

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