Gonzalo Torné: "La cancelació no existeix"





La censura solo la puede aplicar un Estado. Si la empresa privada no te quiere en un sitio, te puedes ir a otro. La empresa privada está continuamente seleccionando: hay criterios de venta, de simpatía, de idoneidad… Los medios de derechas no suelen querer ofender a sus lectores hablando de las bondades del socialismo, por decir algo, y nadie lo considera censura, ni tampoco a la inversa. En este sentido, una editorial puede no querer herir ni ofender a sus lectores homosexuales o gitanos. Uno puede estar en desacuerdo en que una editorial rechace publicar las memorias de Woody Allen, pero censurado no está si a la semana siguiente las publica en otro sitio. Lo que se está dando es una ampliación del campo de batalla, de los criterios de selección. Curiosamente, la ampliación solo molesta cuando son las minorías o los colectivos débiles los que se revelan influyentes y poderosos. Los humoristas que jamás se han metido con el poder, ahora, por ejemplo, tampoco van a poder reírse impunemente de los gangosos o los transexuales. Los humoristas (así como los presentadores de televisión, los directores de cine o los columnistas) están sujetos ahora a una crítica abierta y constante; es decir, su trabajo tiene un retorno social. Adiós a la torre de marfil, estas son las nuevas reglas del juego. En estos casos hablaría de crítica, una que puede ser muy dura y severa, sí, pero no más que la que ejercían la Iglesia, el Comics Code o Samuel Johnson. Reservaría el término «cancelación» para casos de acoso sistemático. Una especie de bullying de la opinión.

El miedo a la crítica te lleva a callar, aunque no lo considero un drama: el problema de cualquier artista es articular lo que quiere decir y atreverse a decirlo de la manera más aproximada a cómo quiere decirlo. Un artista que dice «no he podido escribir mi obra porque me presionaba el qué dirán» es como un futbolista que no quiere jugar por si pierde. Lamento su drama interior, pero se les descarta y ya está. Si miles de nuestros antepasados consiguieron expresarse arriesgando sus vidas, su salud y su economía contra la censura del Estado, los señores feudales o los caprichos de los mecenas, ¿por qué no íbamos a sobreponernos nosotros a un poco de crítica excesiva? Puedo manejarme con las hordas de tuiteros, no siento ninguna nostalgia del exilio ni de la guillotina.

Excepto en casos muy puntuales, la cancelación no existe, y desde luego no veo por ningún lado una «cultura de la cancelación». He publicado un libro –por encargo– para sostenerlo en una editorial mainstream, con una tirada generosa y una distribución puntual. Estoy dando entrevistas por encima de mis posibilidades. No, paradójicamente, no parece que te vayan a cancelar por ponerle reparos a la «cancelación».

José A. Cano, entrevista a Gonzalo Torné: "La cultura de la cancelación es un delirio malintencionado", ethic.es 28/12/2022

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