209: Giorgio Agamben, Sobre lo verdadero y lo falso






Lo que estamos experimentando, antes de ser una manipulación inaudita de las libertades de todos, es, de hecho, una gigantesca operación de falsificación de la verdad. Si los hombres aceptan limitar su libertad personal, esto sucede, de hecho, porque aceptan, sin someterlos a ninguna verificación, los datos y las opiniones que los medios de comunicación proporcionan. La publicidad nos había acostumbrado desde hace tiempo a los discursos que actuaban de manera más eficaz porque no pretendían ser ciertos. Y desde hace tiempo incluso el consenso político se prestaba sin profunda convicción, dando por sentado de alguna manera que la verdad no estaba en duda en los discursos electorales. Lo que está sucediendo ahora ante nuestros ojos es, sin embargo, algo nuevo, aunque sólo sea porque en la verdad o en la falsedad del discurso que se acepta pasivamente está en juego nuestro propio modo de vida, toda nuestra existencia cotidiana. Por esta razón, sería urgente que todos traten de someter a dictamen lo que se les propone para al menos una verificación elemental.
La humanidad está entrando en una fase de su historia en la que la verdad se reduce a un momento en el movimiento de lo falso. Lo cierto es que el falso discurso debe ser considerado verdadero incluso cuando se demuestra su no verdad. Pero de esta manera es el lenguaje mismo como lugar de la manifestación de la verdad lo que se confisca a los seres humanos. Ahora sólo pueden observar en silencio el movimiento —verdadero por ser real— de la mentira. Por eso, para detener este movimiento, todos debemos tener la valentía de buscar sin compromiso el bien más preciado: una palabra verdadera.

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